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Columna
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Poco que celebrar en Egipto

La euforia de esta semana por los valores egipcios se ha exagerado. La previsión de calma en las calles ha hecho que el índice de referencia haya subido más del 12% desde el pasado 30 de junio, cuando empezaron las protestas contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes -más de un 7% solo el jueves, día en que los militares llevaron a cabo su amenaza de forzar al presidente Mohamed Mursi a abandonar el poder.

Los inversores se encuentran divididos entre su entusiasmo por el cambio de gobierno y las posibles consecuencias para la economía. Los compradores de la última sesión eran en su mayoría inversores locales, según Pharos Holding, mientras los inversores extranjeros, que suponen una quinta parte del mercado, eran vendedores netos.

Evidentemente, quedan muchos valores por liberar. El índice EGX30 cotiza un 25% por debajo de los niveles de 2011. En tiempos inciertos, las compañías han preferido retener capital antes que invertir, lo que afecta al crecimiento de los beneficios.

No está claro cuándo recibiría Egipto la ayuda de sus vecinos ni que cuantía tendría

La precaución está garantizada. El riesgo de represalias violentas de los Hermanos Musulmanes sigue presente. Nuevas ayudas de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, quienes desconfiaban profundamente del gobierno de Mursi, podrían ayudar a reducir la escasez de moneda extranjera que causó dificultades a empresas y a los particulares para el libre intercambio de divisas. Pero no está claro cuándo o cuánto recibirá Egipto de sus ricos vecinos.

Las mejoras en el mercado de valores dependerán de la rapidez del nuevo régimen en afrontar los problemas económicos a largo plazo que sufre el país. El gobierno tecnócrata, que aún no ha sido anunciado, necesitará reformar los subsidios energéticos y llegar a un acuerdo con el FMI para dominar el déficit fiscal y reducir la presión sobre las cuentas corrientes.

La estabilización de la libra, devaluada un 21% frente al dólar desde principios de 2011, es un prerrequisito para que los inversores extranjeros vuelvan a financiar al gobierno. Ello reduciría la presión sobre los bancos locales para comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos y les permitiría dar más crédito a las empresas, beneficiando a la economía. Después de dos años y medio de una dolorosa inactividad gubernamental, los inversores deberían esperar a ver qué sucede.

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