Mario Draghi despeja las expectativas
Por julio era, por julio, cuando el presidente del Banco Central Europeo, desde Londres, cortó la especulación y desconfianza del mercado con el euro y su fututo instigada desde la city por encima de cualquiera otra plaza financiera, así como el castigo a los bonos emitidos por los países periféricos de la zona euro, entre ellos España. “Haremos lo que sea necesario para garantizar la continuidad del euro; y, créanme, será suficiente”. Por julio, una vez más, ha vuelto a dar inequívocas y explícitas señales de que mantendrá la política monetaria expansiva por una larga temporada, y que sigue a disposición el arsenal del BCE para comprar deuda si fuese necesario. Ha querido despejar las dudas instaladas en el mercado desde que su alter ego en la Reserva Federal, Benjamin Bernanke, anunció que la compra de deuda tenía caducidad. Aunque había advertido la semana pasada en un foro oficioso su disposición a mantener la política practicada, quiso que ayer, tras la reunión del consejo del BCE, quedase claro a todo el mundo su compromiso paciente con la estabilidad financiera.
Independientemente de que el mensaje de Draghi sea una réplica del que hace ya casi dos años puso en circulación Bernanke, dado que los ciclos de actividad en Norteamérica y en Europa están desacompasados por el ritmo diferente que los bancos centrales aplican a sus recetario, hay que valorarlo en su plenitud. En primer lugar, esta larga vida a los tipos bajos y la posibilidad de reducirlos más si fuere menester (están en el 0,5%), delata que la actividad en Europa sigue atrancada, como estaba cuando prolongaba la facilidad de liquidez a los bancos con subastas sin límite, y sigue sin generar una inflación que quite el sueño.
Y en segundo lugar quiere despejar las dudas de los agentres económicos ofreciendo un escenario de estabilidad y facilidad monetaria para que puedan tomar decisiones estratégicas, de medio y largo plazo. Los hitos de inestabilidad que aparecen en el itinerario europeo (crisis griega, desencuentros en Portugal, elecciones en Alemania, la eterna duda de gobernabilidad italiana, etc.) deben pasar a un segundo plano para las decisiones económicas. Además, Draghi despeja el camino para que la consolidación de los instrumentos pendientes en Europa en materia financiera (la unión bancaria especialmente) puedan hacerse sin el estrés del calendario ni la presión del mercado.
El compromiso de Draghi da sosiego a los agentes económicos, que deben utilizar para responder con decisiones de inversión largoplacistas; pero los políticos deben aprovechar el mismo paréntesis para apurar las reformas que ensanchen la capacidad de crecimiento, y para ajustar los excesos de sus finanzas públicas.