Nada clasista
El tribunal supremo estadounidense no está siendo clasista en sus demandas colectivas. El jueves impidió la unión de los minoristas para demandar a American Express por violar las leyes antimonopolio. Los jueces parecen haber escogido repetidamente casos que silencian las demandas colectivas y promueven el arbitraje privado.
A primera vista, el fallo parece lógico. Los restaurantes, los minoristas y otro tipo de negocios involucrados acordaron no demandar conjuntamente al gigante de las tarjetas de crédito y resolvieron sus controversias con procedimientos privados. Así que cuando presentaron una demanda conjunta contra Amex en 2003, porque no podían afrontar hacerlo individualmente, la compañía se opuso. El Tribunal Supremo ha respaldado ahora al gigante financiero alegando, esencialmente, que un trato es un trato. Pero los cinco jueces que resolvieron el caso parecen haberse tomado los argumentos de la oposición a la ligera. El tribunal intentado vender el arbitraje como un mecanismo de resolución de conflictos barato y eficiente que no compromete los derechos legales de nadie. La protección contra los comportamientos monopólicos es uno de esos derechos y los minoristas mostraron que las demandas serían más difíciles de conseguir.
Existe un patrón. Desde la promulgación de la Ley Federal de Arbitraje de 1925, el máximo tribunal de EE UU ha abogado por los procedimientos privados como una forma de desatascar el ocupado sistema judicial. Una táctica ha sido la de buscar casos de arbitraje, aunque fueran en contra de la legalidad.
Existen precedentes similares, pero el hecho de que en la decisión de esta semana participaran empresas poco sofisticadas, en vez de individuos vulnerables podía hacerlo más agradable al paladar. Esos otros casos, sin embargo, influirán en la típica situación de consumidores vinculados por contratos onerosos que, en la práctica, eliminan la indemnización legal. Una fórmula que acaba con los derechos legales y constitucionales y con la credibilidad del Tribunal Supremo.