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Columna
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Diplomacia entre Obama y Xi

Según el sabio Confucio, si el emperador cumple su función de sentarse y mirar al sur, todo lo demás caerá en su lugar. Los presidentes Obama y Xi deben tenerlo en cuenta cuando se encuentren hoy en California. Estados Unidos y China tienen cuestiones emotivas que resolver. En público, sin embargo, la inactividad armoniosa es la mejor política.

La piratería es el primer tema sobre el que no deben decir nada. Las empresas estadounidenses alegan que los rivales chinos roban sus datos, con el apoyo del Estado. Es un problema grave, pero el principal motor es sobre todo económico: las empresas chinas quieren lo que los americanos tienen. En última instancia, el desenfrenado robo de datos afectará a la propia economía online de China. Xi y Obama pueden comprometerse a respetar la ley cuando se rompe, pero ganarán poco con ultimátums inaplicables.

Por otro lado está el comercio. China se enfrenta a diversas tarifas por sus vertidos, su superávit comercial, el acceso restringido a los mercados, y su irritante gestión monetaria. Sin embargo, los desequilibrios económicos le alcanzan lentamente: su superávit comercial apenas ha crecido desde 2009. Para llegar a ser una nación rica, China debe reducir su dependencia de las exportaciones, y exponer a sus campeones nacionales a la competencia. Mientras tanto, lo mejor que pueden hacer los líderes es no exacerbar a los nacionalistas que quieren unos mercados cerrados, y un aumento de los aranceles.

Las cuestiones militares son más difíciles de resolver –y por lo tanto aún más dignas de silencio. China vigila unas islas que también reclaman Japón y Filipinas. Estados Unidos tiene los nervios crispados con el tema del eje asiático. Pero Xi y Obama no pueden hacerlo mejor de lo que lo han hecho con la cuestión de la soberanía china sobre Taiwán: ignorarlo estudiadamente, al menos en público.

Así que, ¿sobre qué deben discutir? Quizás sobre cuánto han progresado sus relaciones. Antes, cuando los líderes de China se reunían con sus homólogos, la cautela de Oriente y el moralizante Occidente eran palpables. Hoy en día, Xi y Obama se reúnen como algo parecido a iguales.

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