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Columna
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Los bancos centrales, al margen

Los bancos centrales no controlan los mercados. La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el Banco de Japón y sus compañeros fijan los tipos de interés y tienen influencia sobre las finanzas, pero el mercado de deuda pública no está totalmente bajo su dominio. El rápido aumento de la rentabilidad a nivel global en mayo es un sano recordatorio de que los inversores pueden alterar los planes de las autoridades monetarias.

No hay que culpar a Ben Bernanke. Los intereses comenzaron a subir antes de que el presidente de la Fed reiterara su compromiso de comprar menos bonos cuando la economía estadounidense se fortalezca. El Banco de Japón se sigue moviendo en la dirección opuesta, con su programa de compra masivo de deuda, pero los intereses de los bonos a 10 años aumentaron casi un 50% en mayo, cierto es que solo hasta el 0,9%. Los rendimientos del bund alemán se han incrementado en un 25% y los Gilt del Reino Unido se revalorizaron un 15%.

Los expertos están desconcertados. Sin duda, el mercado de hipotecas de 5.700 millones de dólares tiene su importancia en Estados Unidos, y la política económica del primer ministro japonés, Shinzo Abe, podría hacer subir la inflación en el país nipón, pero el ritmo mundial sugiere otra cosa.

Puede que ese pequeño pico en la rentabilidad sea una señal de que los inversores están despertando

Quizás este pequeño pico en la rentabilidad sea una señal de que los inversores están despertando ante una difícil realidad: los bancos centrales no serán siempre tan amables. Eso sugiere que procede hacer un replanteamiento estratégico. La rentabilidad puede variar cuando los bancos centrales cambien de dirección. Por otra parte, los inversores se suelen mover en manada, y una estampida de ventas podría desestabilizar casi todos los mercados financieros –y ahogar la recuperación económica.

Los banqueros centrales hablan mucho sobre el manejo de las expectativas, pero no pueden obligar a los inversores a mantener sus bonos. Cualquier esfuerzo para bajar la rentabilidad a través de la fuerza monetaria –compras masivas de bonos– probablemente sno haga más que intensifica la estampida. Cuando comience, las autoridades monetarias que intenten resistir solo conseguirán ser pisoteadas.

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