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Tribuna
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Un modelo de ciudad inteligente

En tiempos convulsos y de circunstancias adversas para ciudadanos, empresas y Administraciones públicas hay cuatro ingredientes que tienen la clave de la supervivencia y de la posibilidad de crecimiento: inteligencia, ingenio, audacia y tecnología. Inteligencia, para saber administrar de la forma más razonable y óptima los recursos. Ingenio, para, con lo menos posible, conseguir lo máximo y hacerlo de forma atractiva. Audacia, para atreverse a emprender nuevos caminos. Y tecnología, para aprovechar al máximo todas las oportunidades. Estos cuatro ingredientes, en su combinación justa (sin que la audacia se convierta en temeridad), permitirán a una empresa o institución e, incluso, a una familia salir airosa de esta situación de crisis.

De algún modo, la tendencia actual de las smart cities, de las que todo el mundo habla, se enmarca en este mismo entorno. Se trata de ayuntamientos que quieren gestionar sus recursos de forma inteligente, con el ingenio necesario para desarrollar iniciativas que aporten servicios innovadores, con la audacia de acometer esfuerzos e inversiones que, probablemente, no todo el mundo comprenda, y siempre de la mano de la tecnología como herramienta para conseguir los mejores resultados. En definitiva, lo que pretende una Administración inteligente es ser eficiente y sostenible respecto al consumo energético; eficaz, respecto a los procesos internos; transparente y cercana, respecto a sus ciudadanos; facilitadora, respecto a la disponibilidad de servicios que mejoren su calidad de vida; creadora de oportunidades, respecto a sus pymes y emprendedores.

Tal vez, más que hablar de ciudades inteligentes deberíamos hacerlo de gestión inteligente de las ciudades, y la tecnología es un elemento imprescindible para conseguirlo. Ahora más que nunca es el momento de que las Administraciones locales persigan la eficacia y la optimización de sus procesos, apostando por aquello que puede reducir costes y aumentar la calidad de los servicios o, por qué no, la bajada de los impuestos a los ciudadanos.

Un sistema que permite gestionar de forma inteligente el alumbrado público o el riego de jardines se traduce en importantes ahorros para las arcas municipales. Un sistema que favorece la tramitación electrónica de determinados procesos está ahorrando dinero en papel y en horas de trabajo. Un sistema de gobierno abierto (open data) que ponga los datos públicos a disposición de las empresas, de manera que, a través de los llamados infomediarios, puedan explotarlos para generar negocio puede suponer un importante impulso para la economía local.

Y si además conseguimos que los municipios colaboren entre ellos y se cedan los conocimientos y las herramientas que ya han probado su éxito, en lugar de duplicar esfuerzos e inversiones, tal y como defiende y practica la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI) –de la que Fundetec es oficina técnica–, entonces sí nos encontraremos con lo que es una gestión eficaz e inteligente de las ciudades.

Desde RECI no solo se impulsa la puesta en común de experiencias y recursos, sino también la estandarización, la unificación de criterios y la homogeneización de procesos. No es inteligente que cada ciudad haga las cosas a su manera: lo inteligente es que sean capaces de ponerse de acuerdo para, entre todas, definir un único modelo de licitación pública y de ordenanza municipal para la gestión de parques y jardines, de residuos o del alumbrado público; un único protocolo que garantice la interoperabilidad de los puntos de recarga del vehículo eléctrico; una única tecnología de tarjeta ciudadana que el individuo pueda utilizar para acceder a los servicios públicos también si sale de su ciudad.

Pagar cómodamente el billete de autobús, consultar el estado del tráfico en un punto determinado, saber si hay plazas libres en un aparcamiento concreto. Simplemente disponiendo de un teléfono móvil inteligente, o smartphone, a través de aplicaciones móviles de uso sencillo, es posible obtener gran cantidad de información de utilidad que nos simplifica enormemente el día a día. Hoy, el smartphone se ha convertido en la principal llave de acceso a la ciudad inteligente y en España su penetración alcanza ya el 66% de la población, según datos de ComScore, que nos sitúan a la cabeza de Europa. Pero la pregunta es: ¿realmente todos esos ciudadanos saben utilizarlo para sacarle el máximo provecho?

Para que una ciudad sea de verdad inteligente ha de disponer de una ciudadanía capaz de beneficiarse de sus servicios. No olvidemos que lo más importante de una ciudad son sus ciudadanos y es necesario que nos preocupemos de su capacitación tecnológica si queremos de verdad contar con ciudadanos inteligentes o, más exactamente, ciudadanos digitales.

La brecha digital, como tal, se ha reducido, el porcentaje de población que utiliza el ordenador e internet es mucho mayor del que había hace cinco años, pero, ahora, el objetivo es estimular las competencias digitales, que esos ciudadanos que disponen de tecnología sean capaces de exprimir su utilidad, de profesionalizarse. Ese es el camino.

Alfonso Arbaiza es Director General de Fundetec

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