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Secretos de Despacho

Una atalaya en la ‘city’ de Madrid llamada Mastercard

Pilar Aurrecoechea trabaja desde su oficina para acabar con el efectivo

Pilar Aurrecoechea
Pilar AurrecoecheaJuan Lázaro

Desde su recogido despacho de la madrileña calle de María de Molina se divisa buena parte del corazón económico de la capital. “En los días claros se ve hasta la sierra”, se excusa Pilar Aurrecoechea, directora general de Mastercard para España y Portugal. Pese a la neblina que cubre esa mañana la urbe, esta ejecutiva puede afirmar sin temor a equivocarse que las compañías responsables de las transacciones que realizan varios metros más abajo los transeúntes han estado fiscalizadas en algún momento por ella. Antes de que en septiembre de 2011 se instalara en esta oficina, Aurrecoechea (Quezón City, Filipinas, 1964) ya había ocupado cargos de confianza en Visa, American Express y el área de medios de pago de Caja Madrid.

Atesora más de 20 años de experiencia en un sector que ha visto crecer, desarrollarse y, sobre todo, cambiar. Y lo que falta. “Cuando empecé todavía funcionaban las bacaladeras”, comenta en referencia a unos aparatos para cobrar con tarjeta de crédito mediante la impresión en relieve de los números de la tarjeta en un formulario. “Luego vinieron los terminales puntos de venta, que han cambiado muchísimo: ahora los hay móviles. Actualmente estamos centrados en el cobro sin contacto [mediante aparatos que funcionan si se les acerca la tarjeta] y luego vendrá el pago con el móvil, que todavía está en fase piloto”.

El largo proceso de concentración de las cajas ha jugado en favor de su negocio, admite. “Como muchos bancos tienen que cambiar los plásticos para poner la nueva imagen de la marca, las entidades están aprovechando para pasarse a esta nueva tecnología”, cuenta la ejecutiva.

“Cuando empecé todavía funcionaban las bacaladeras. Ahora vamos hacia el pago con el móvil”

La masiva implantación de los teléfonos inteligentes rema a su favor para cumplir el lema que luce en la chaqueta: no cash (abajo el efectivo). “Nuestro objetivo es que se elimine el pago en efectivo. De hecho, para la sociedad es mejor que se use más la tarjeta, porque todo el dinero que por ahí pasa está controlado”, se explica. Efectivamente, España está a la cola de Europa en el uso de este medio de pago (un 17%, frente al 40% de media en la UE, al más de 50% en EE UU o el todavía superior empleo que se le da en Noruega, donde la gente recurre al plástico incluso para comprar el pan o la prensa).

Ya sea por el tirón de los puntos asociados a su uso, para controlar mejor el gasto o incluso para gastar lo que no se tiene en el momento, en España la crisis se ha traducido en un impulso del uso de la tarjeta. “El volumen total y el importe medio han bajado muy poco, un punto, pero el número de transacciones está creciendo”, subraya Aurrecoechea.

Le quita hierro, por otra parte, a la reciente puesta en marcha el pasado martes de una investigación formal por parte dela Comisión Europeacontra Mastercard por sospechar que ciertas comisiones interbancarias que aplica en el pago con tarjeta restringen la competencia. “Son cosas del negocio. Contestaremos a todo lo que nos pregunten, defendiendo en todo momento nuestro modelo de negocio, que se basa en proteger los intereses tanto del consumidor como del comerciante. Y que exista el equilibrio entre los dos para que funcione el sistema”.

Una vasca nacida en Filipinas y criada en EE UU

La historia vital de Pilar Aurrecoechea abarca tres continentes y miles de kilómetros de distancia. De padre vasco y madre catalana, la directora general de Mastercard nació en Quezón City, la antigua capital de Filipinas. Desciende de inmigrantes a la excolonia española, país que su padre decidió cambiar por España cuando Aurrecoechea sumaba tres años de edad. “Mis abuelos huyeron de la Guerra Civil, pero fueron a dar con la Segunda Guerra Mundial. Las historias de mi abuela son tremendas”, cuenta.

Al no encontrar el tipo de vida que buscaba, su familia decidió hacer las maletas de nuevo cuando ella tenía 14 años. Esta vez para instalarse en San Diego, California. Allí estudió en el instituto y cursó la carrera, empezó a trabajar y conoció a su marido, que es español. Fue él quien la trajo de vuelta a la Península.

Se nota que ha viajado mucho. Y que ha trabajado en varias compañías. Se refleja en la limpieza de las estanterías y muebles de su despacho, adornados únicamente por objetos corporativos. Guarda con especial cariño un recuerdo del día en que conoció a Pelé. “Nos regalaron una tarjeta Mastercard firmada por el brasileño en un evento. Lo gracioso es que yo aún no trabajaba en esta compañía. Pese a ello, siempre la he tenido en mis despachos. Cada dos por tres algún compañero me tapaba el logotipo de Mastercard con un pósit. Ahora ya no hay quejas”, apunta.

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