Desenfado creativo entre los muros de Neo Labels
Hugo Albornoz trabaja en una de las calles más innovadoras de Madrid
Lavapiés Valley. Así define Hugo Albornoz, madrileño de 34 años, con estudios en Diseño Digital y Marketing, socio fundador y consejero delegado de la agencia de comunicación y consultoría imaginativa Neo Labels, la zona en la que trabaja, que no es otra que la calle Doctor Fourquet, uno de los espacios con más creatividad por metro cuadrado. Allí se concentran, al pie del Museo Reina Sofía, numerosas galerías y pequeñas empresas de base tecnológica.
Sirvan como ejemplo de los trabajos que se realizan dentro de Neo Labels la aplicación tecnológica que desarrolló para Telefónica, uno de sus clientes habituales, del libro La cocina de la familia de elBulli; un concurso internacional online que conecta a jóvenes músicos con el pianista Lang Lang, también para la compañía que preside César Alierta; el diseño y creación de la tienda online Anna & Robert; un vídeo corporativo para Reale, o colocar a MSN España como referente de los portales de contenidos en redes sociales, por encargo de Microsoft.
Esta empresa es la prolongación de otra que montó Albornoz, con apenas 21 años, relacionada con la organización de fiestas de música electrónica. “Controlábamos el ciclo de vida de un producto, hicimos todo el proceso completo, y esto nos permitía vivir toda la revolución tecnológica de primera mano, veíamos cómo vivían los jóvenes, cómo utilizaban las redes sociales. A partir de ahí, comenzamos a desarrollar páginas web, a hacer acciones marquetinianas con chavales”, asegura. Yasí, sin darse apenas cuenta, comenzó a abrir un nuevo mercado, donde desarrolló iniciativas para PlayStation, la planta Doble Cero para El Corte Inglés o la plataforma To you to me para el Grupo PRISA, editor de CincoDías. También le da cierta tranquilidad haber ganado la cuenta de Barclays hasta 2015.
Hugo Albornoz habla con mucha seguridad de sus iniciativas y de cómo comenzó su aventura de empresario autofinanciándose, “porque al principio era yo solo”, pero hubo un momento en el que tuvo que acudir al banco a pedir un crédito. “Un verano decidí que había que fomentar la intuición. Estábamos creciendo y teníamos que contratar a tres personas”, recuerda. ´
Hoy la plantilla de Neo Labels la componen 45 personas, facturan casi 3 millones de euros al año y afirma que en 2012 la empresa creció un 40%. La razón de este éxito asegura que se debe a que “las grandes marcas están en crisis y recurren a nosotros en busca de soluciones”. Otra explicación: “Las grandes agencias de publicidad tienen los mismos problemas que las grandes marcas, por eso nacemos nosotros, que somos independientes y trabajamos mucho por intuición, creando experiencias para el cliente e integrando canales”. Y advierte que las redes sociales solo tienen fuerza si contienen un mensaje.
Se agradece oírle hablar de que su ideal de empresa no es crecer para después venderla a una multinacional. “No, mi objetivo es generar empleo, pagar impuestos, contribuir a generar riqueza y dar ejemplo”. Así de simple. Ha estudiado un programa de desarrollo directivo en el IESE. “Telefónica me sugirió que hiciera este curso y la verdad es que me cambió la vida. Hay ciertos hábitos que asumes como directivo y que tienes que corregir”.
Ha aprendido a ser él mismo y ha reforzado su escala de valores, “porque no hace falta inventarse un papel para dirigir una empresa”. Entró en el curso con muchas preguntas y asegura que salió con muchas más. “Era el único emprendedor de 50 personas, era el raro, pero el resto de mis compañeros decían que era afortunado porque podía aplicar todo lo que aprendía en el día a día”, reconoce Albornoz.
Con el casco a cuestas
La sede de Neo Label es un espacio divertido, desenfadado, lleno de cuadros, de rincones sin tabiques, de mesas de trabajo en equipo, de colegueo. En medio de este aparente caos, dirigiendo la orquesta está Hugo Albornoz, que aprendió gracias a un programa de alta dirección en una escuela de negocios a ser más ordenado. “Me di cuenta que hacía infeliz a la gente porque yo era demasiado caótico”. Asegura que ahora la gente duerme. “No lo puedo evitar, soy adicto a lo que hago”.
Albornoz tomó conciencia de lo que no quería, o tal vez de lo que deseaba conseguir, después de ver la película La red social. Porque “emprender es inventarte tu propio trabajo”. Lo que sí sigue a rajatabla son dos rutinas importantes en su vida:la comida en familia con sus padres todos los días a las dos de la tarde y el gimnasio diario. “Soy una persona muy familiar. Además, a mí me viene la vena emprendedora por parte de madre. Cuando vivía en Montevideo, montó una tienda donde se arreglaba todo, y cuando regresó a Madrid abrió un hostal en la plaza de Santa Ana”.
A su lado, rodeado de colores llamativos, siempre está uno de sus compañeros de viaje, el casco de la moto.