La solución de consenso
Ingeniero de formación que se ha forjado en las low-cost una fama de gestor efectivo
Casi por sorpresa, más por el día elegido que por la propia decisión, Iberia anunciaba el miércoles la dimisión de su hasta entonces consejero delegado Rafael Sánchez-Lozano, desgastado tras los ya demasiados meses de convulsión en la aerolínea española. Pero tan pronto anunció la renuncia presentó a su nuevo consejero delegado, que conlleva un cambio de perfil en la figura del máximo responsable ejecutivo de la compañía y, quizá, un nuevo rumbo para Iberia. Lo que es seguro es que la tarea que afronta desde ahora Luis Gallego (Madrid, 1966) no va a resultar cómoda en sus inicios.
La primera de todas, cerrar de forma definitiva el plan de ajustes propuesto por el mediador y que ha recibido el respaldo de los sindicatos más representativos de la plantilla de Iberia. En este sentido es donde se señala el primer cambio importante que provocará el nombramiento. Se le atribuye una mentalidad conciliadora, una predisposición a escuchar a todas las partes e intentar llegar a acuerdos, más que imponer unas condiciones estrictas e inamovibles. Algo que desde los sindicatos es bien recibido, y que comparan con una actitud más cerrada de su predecesor. Incluso los pilotos confían en que ayude a desbloquear le negociación con la compañía.
En ello puede tener que ver el hecho de que Luis Gallego no se ha formado en una concepción pura de las finanzas empresariales. El nuevo consejero delegado de Iberia ha dedicado toda su vida al sector de la aviación, lo que le hace ser un gran conocedor de todas las particularidades que lo componen. De hecho, es Licenciado en Ingeniería Aeronáutica porla Universidad Politécnica de Madrid, y sus primeras experiencias profesionales las vivió en el Ejército del Aire, en el servicio de formación de Cuadros de Mando. Una pasión por la aviación marcada en su entorno familiar. Su padre y sus tíos eran empleados del constructor aeronáutico CASA, con sede en Getafe e incluida desde 1999 en el consorcio europeo EADS. Más tarde, Gallego enfocaría su formación hacia la gestión empresarial con el Programa de Desarrollo Directivo (PDD)_del IESE.
Con apenas 28 años, Gallego ya había acumulado experiencia, además de en el Ejército del Aire, en compañías de primer nivel como Aviaco e Indra, que sería su último paso antes de ser contratado por Air Nostrum en 1997, mismo año en que pasaría a formar parte del tejido de Iberia. Por tanto, ahí comenzaba su relación laboral con la compañía de la que ahora es consejero delegado. Y lo haría en puestos principalmente técnicos, como la dirección del taller de mantenimiento en su última etapa en la aerolínea franquiciada.
A partir de ahí empezaó a granjear su fama de gestor de éxito de aerolíneas de bajo coste. Primero en Clickair, formando parte del equipo que la fundó, como director de operaciones. La compañía que dirigía Álex Cruz, con quien Gallego conserva una gran relación, experimentó un gran crecimiento en sus primeros meses de vida, y después supo adaptarse a un segmento, el de las low-cost, cada vez más saturado, sacrificando posibles expansiones por mantener un cierto grado de rentabilidad. Tras la fusión con Vueling en 2009, Luis Gallego pasó a ser su director de producción, con responsabilidad directa en las operaciones de vuelo. Allí ganaría méritos para ser tenido muy en cuenta por la matriz. Los vuelos de la aerolínea catalana destacaban, en la mayoría de los casos, por su gran puntualidad, y se confirmaba como una de las más rentables del sector en España, con una política estricta de contención de gastos, algo que también aplicó en el lanzamiento de Iberia Express y en el año que se ha mantenido como su consejero delegado, conservando esa puntualidad casi británica en los despegues y el principio de máxima rentabilidad.
En un periodo en el que Iberia busca recortar sus gastos y mejorar sus números, una figura como la de Gallego no ha pasado desapercibida para el mandamás de IAG, Willie Walsh, y tampoco ha levantado voces contrarias en el Gobierno español.
Sí levanta ciertas suspicacias entre los trabajadores, intranquilos ante la posibilidad de que se apliquen recetas de low-cost a una aerolínea del tamaño y el recorrido de Iberia. Y también se señala su falta de experiencia en operaciones de largo recorrido, aunque son las más rentables de la compañía.
Al menos, tiene el beneficio de la duda de todas las partes. Y hoy, en Iberia, poner a todos de acuerdo es un buen comienzo.