Crónica en fuerte marejada
El presidente de la alimentaria gallega Pescanova se enfrenta a uno de los momentos más complicados de la historia de la compañía, que, acosada por una deuda de 1.522 millones de euros, se acaba de declarar en preconcurso de acreedores.
Le encanta el mar. Y no solo porque en la profundidad de sus aguas se asienten los cimientos de la empresa que dirige. Manuel Fernández de Sousa-Faro (Badajoz, 1951), al mando de Pescanova desde 1978, es ciertamente un experto en pesca, tanto por experiencia como por conocimiento y estudio. Ahora, la multinacional alimentaria que preside, una de las marcas más populares en los supermercados españoles, acosada por una deuda de 1.522 millones de euros, ha solicitado preconcurso de acreedores. La decisión se produjo después de que la compañía, de más de 10.000 empleados, informara a la Comisión Nacional de Valores (CNMV) de que no iba a poder presentar sus cuentas de 2012. Nadie lo esperaba, ya que la sociedad gallega cerró los nueve primeros meses del año con un beneficio de 25 millones de euros.
Este empresario afable, casado y con dos hijos y gran amigo de sus amigos, ya tuvo que hacer frente, a mediados de la década de los noventa, a una delicada situación financiera del negocio y a la intención por parte de una gran multinacional de hacerse con el mismo. Una coyuntura que muestra un considerable parecido con la que la compañía con sede en Chapela (Vigo) parece vivir en estos días. Son ya varias las voces que pregonan que el preconcurso podría ser entendido como una maniobra defensiva del propio Fernández de Sousa frente a la hipotética aspiración de Demetrio Carceller, el propietario de la cervecera catalana Damm, de hacerse con el control de la pesquera. Según El Correo Gallego, Carceller podría atesorar ya casi tanto capital corporativo como el 14,5% que controla Fernández de Sousa. No es un secreto que no mantiene una buena relación con el, hasta ahora, segundo accionista de la multinacional, como tampoco lo es su antagonismo con el exconsejero delegado Alfonso Paz-Andrade (aún consejero), quien hace pocas semanas ganó más de un millón de euros al reducir su participación en la firma hasta el 3,56%.
Tuvo que hacer frente, a mediados de los años noventa, a una situación financiera del negocio tan delicada como la actual
Y estos son movimientos que seguro que no se le ha escapado al empresario gallego, que conoce al detalle la realidad de la empresa, hasta el punto de saber la posición exacta de los buques (más de 120) que Pescanova tiene repartidos por los mares del planeta, a lo que seguro que alienta su gran afición por la navegación. Los que le conocen, destacan su gran preparación intelectual y su facilidad para captar el núcleo de los problemas y de las materias que le pueden ser ajenas. Quizás por eso, lejos de la improvisación, impulsó una reordenación de su gestión en el grupo, abandonando, días antes del tenso consejo de accionistas previo al preconcurso, los órganos de administración de varias filiales de Pescanova, que también acordaron modificar sus estatutos sociales. Asistimos a un juego de choque y desgaste físico que no parece temer alguien como Fernández de Sousa, que ha practicado el balonmano en categorías profesionales durante su etapa de estudiante de Ciencias Físicas en Madrid.
Sin embargo, la principal característica que sus allegados destacan de él es su capacidad de trabajo, al que dedica muchas horas al día. A pesar de ello, le ha dado tiempo a formar parte del consejo de administración de otras empresas como Unión Fenosa, Corporación Financiera de Galicia o Mutuapesca, así como, precisamente por su conocimiento del arte y de la música (llegó a tocar algún instrumento), a presidir el patronato del Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) o a ser patrono en la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, que da continuidad a la propiedad y a la línea editorial de La Voz de Galicia.
De vida discreta, solo se le ha visto públicamente comprometido con la hípica, de la que es un devoto seguidor, y que le ha llevado a impulsar el potencial gallego de este deporte en el mundo. Puede hacerlo, porque habla varios idiomas. De hecho, fue presidente ejecutivo del Comité Organizador de la Copa del Mundo de Saltos Hípicos en Vigo en 2007.
Poco después de separarse empresarialmente, en el año 1997, de su hermano José María Fernández de Sousa-Faro, presidente de Zeltia, inició una transformación de la empresa, apostando por mayor internacionalización en el aprovechamiento de los recursos pesqueros y por la acuicultura, cuyos planes de inversión de los últimos años para producir rodaballo, langostino y salmón pueden haber sido el origen de gran parte de las deudas que ahora acumula Pescanova, 766 millones de euros a largo plazo y otros 756 a corto. Sucedió en la presidencia de Pescanova a su padre José Fernández, que fue el fundador en 1960, además de cabeza de una familia de múltiples iniciativas empresariales de gran calado, no solo en el entorno de Vigo y su ría, sino en el conjunto del tejido industrial de Galicia, lo que le ha granjeado a Manuel Fernández de Sousa-Faro un gran respeto, no únicamente entre los empresarios, sino entre los políticos gallegos de cualquier afiliación. Sin ir más lejos, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, le ha avalado recientemente como un “muy buen gestor” que conoce “muy bien” la pesca , la acuicultura y el congelado.
El patrón de Pescanova, querido por vecinos y compañeros, es tan hijo adoptivo de Redondela como Gallego del Año 2010 del Grupo Correo Gallego, que dijo de él que “enseñó a los gallegos a ser un pueblo ganador y animó a numerosos emprendedores”, de los que ha sido mecenas y ejemplo. Erst & Young le otorgó a principios de este año el Premio a la Trayectoria Empresarial. No sabemos si cambiaría este y otros premios, como la medalla de oro del Club Financiero de Vigo o la de Empresario Distinguido 2011 de los empresarios de Pontevedra, porque las aguas en Pescanova volviesen a su cauce. El pronóstico es de fuerte marejada.