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Tribuna
Columna
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Una juventud olvidada

Con cerca de cinco millones de personas inscritas como desempleadas en los Servicios Públicos de Empleo nada debe hacernos olvidar que el drama del paro es con diferencia el principal problema, a pesar de los acontecimientos mediáticos que nos suceden cada día. La reciente crisis económica mundial no ha hecho más que reforzar la vulnerabilidad de los jóvenes activos: su exposición al paro ha progresado en proporciones más alarmantes que en cualquier tramo de edad.

Pero en el caso de España todavía es peor la situación de los jóvenes menores de 25 años. Su tasa de desempleo afecta al 55,1% frente al 23,4% de la UE. Dicho de otro modo, en nuestro país, hay más jóvenes sin trabajo (cerca de un millón), que trabajando. Son unas cifras de record ya que nunca habían sido tan elevadas desde que la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) elabora datos de desempleo (1976).

La Comisión Europea considera que el paro juvenil ha alcanzado niveles insoportables. Para tratar de moderarlos pretende que los Estados tengan la obligación de ofrecer un empleo o unas prácticas a todos los jóvenes en paro o que terminen sus estudios. Y deberán hacerlo sin demoras: en los cuatro meses siguientes al comienzo de la inactividad. Esta urgencia es debida a que si los jóvenes continúan mucho más tiempo en el paro sin encontrar un puesto de trabajo sus cualificaciones actuales corren el riesgo de quedar obsoletas con el paso del tiempo y sin poder tener la oportunidad de demostrar aquello que han aprendido. En nuestro país la situación es más preocupante: un 50% no encuentran trabajo desde hace más de un año.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también ha advertido: "Estos períodos de desempleo tan largos y el desaliento al comienzo de la trayectoria profesional de una persona perjudican además las perspectivas a largo plazo, ya que las competencias profesionales y sociales se degradan y no se acumula experiencia laboral". Además, la OIT señala que "la incapacidad de encontrar empleo genera una sensación de inutilidad y ociosidad entre los jóvenes, y que puede elevar los índices de criminalidad, problemas de salud mental, violencia, conflictos y consumo de drogas.

El alejamiento de los jóvenes del mercado laboral es un aspecto clave en el inicio del proceso de exclusión. Por ello se hace cada vez más necesario desarrollar políticas de inclusión, que permitan la ruptura de esas barreras, limitaciones y discriminaciones. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, ha manifestado recientemente su preocupación por la elevada tasa de paro que hay en España, especialmente entre los jóvenes, y urge medidas para que la situación política no se agrave y surja de nuevo inestabilidad.

Desgraciadamente no hay ningún cambio normativo de las reglas de juego del mercado laboral, incluida la Reforma Laboral, que por sí misma sea capaz de poder solucionar una situación tan complicada. Sin embargo el Gobierno ha optado por priorizar la austeridad por encima de todas las políticas cuyo carácter recesivo en vez de solucionar los problemas laborales los agrava todavía más. La combinación de una economía que destruye empleo junto con las políticas recesivas de austeridad es un coctel explosivo. Se confía todo a la devaluación salarial y de los derechos laborales adquiridos con el fin de poder exportar nuestros bienes y servicios a precios competitivos. El debilitamiento de la demanda nacional es compensado parcialmente por la aportación positiva de la demanda externa pero ello tiene sus límites. Es de esperar que el euro no se encarezca demasiado con relación a otras monedas porque ello deterioraría la competitividad de nuestras empresas. En este sentido, el Primer ministro, francés, Jean-Marc Ayrault manifestaba: "un euro fuerte sí, pero no demasiado". Nuestro mercado de trabajo está debilitado por la vacilante demanda agregada, que ha sido aún más afectado por los programas de austeridad fiscal, con recortes en el empleo y en los salarios que deterioran el consumo (las ventas del comercio minorista cayeron el 10,2 % en 2012), con un impacto directo en nuestro mercado laboral. La reacción política, en 2012, lejos de una respuesta anticíclica es totalmente procíclica, generando un impacto directo negativo sobre nuestro mercado laboral. Así, en los últimos doce meses la tasa de paro juvenil se ha incrementado en cerca de siete puntos porcentuales frente a tres puntos porcentuales del resto de la población desempleada. Por todo ello, y a pesar de que los datos evidencian que los jóvenes son las víctimas del mercado laboral no se puede entender como las Políticas Activas de empleo no son la estrategia prioritaria de la Política Económica. Si no actuamos con rapidez se corre el riesgo de desarrollar "una generación pérdida" constituida por jóvenes totalmente excluidos del mercado laboral y que han perdido toda esperanza de encontrar un puesto de trabajo para poder ganarse la vida. Diversos estudios concluyen que el paro de los jóvenes va a dejar una "cicatriz" durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido estar formando a jóvenes para un mundo que no existe, ya que el desempleo se convierte en una amenaza a su integración global en la sociedad a largo plazo.

Vicente Castelló es profesor de la Universidad Jaume I

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