Un motor exterior que se debe respaldar
El sector exterior se ha convertido en uno de los escasos motores de empuje con los que puede contar la economía española en esta crisis. Dado que la demanda interna se encuentra bajo mínimos -como consecuencia de la funesta conjunción del paro, la rebaja de los salarios, la inestabilidad laboral y la contracción del crédito-, los mercados internacionales aparecen como una gran oportunidad para aquellas empresas capaces de vender sus productos fuera de nuestras fronteras. Los últimos datos sobre exportaciones, correspondientes al mes de noviembre, revelan una leve caída -un 0,6%- por primera vez desde el pasado mes de abril. Pese a ello, el déficit comercial español disminuyó algo más del 47% respecto a noviembre de 2011 y alcanzó su nivel más bajo desde 1997. Una aparente contradicción que no es tal, dado que la caída del déficit en noviembre se explica por el desplome de las compras, no por la mejora de las ventas, que están sufriendo los efectos coyunturales de una zona euro en pleno enfriamiento. Las cifras concuerdan con los datos generales de nuestra balanza, que indican que en los 11 primeros meses de 2012 el saldo comercial negativo de España volvió a reducirse un 29,5%. Las previsiones del Gobierno apuntan a que el déficit podría cerrar 2012 con un peso equivalente al 2% del PIB.
Ni este ni otros indicadores pueden calificarse todavía de brotes verdes -término acuñado por la exministra Elena Salgado que el Gobierno no quiere utilizar- ni deben dar lugar a triunfalismos excesivos. Pese a ello, datos como el de la caída del déficit exterior constituyen señales que apuntan -o anticipan- esa incipiente y esperada recuperación. El firme pulso que está manteniendo el comercio exterior español se asienta principalmente en cinco sectores -bienes de equipo, alimentos, productos químicos, autos y semimanufacturas-, así como en el esfuerzo de unas empresas españolas que apuestan por mantener e incluso incrementar sus relaciones y su presencia en el exterior. Se trata de un esfuerzo que el Gobierno debe respaldar con firmeza, sin tratar de ocupar un papel que corresponde al sector privado, pero poniendo todos los medios a su alcance para allanar un camino que resulta vital para la recuperación de nuestra economía.
El enfriamiento económico que está viviendo en este momento la zona euro -principal destino de nuestras exportaciones- hace vislumbrar la necesidad de que nuestras empresas diversifiquen todavía más sus mercados, pero también la obligatoriedad de que España siga adelante con políticas reformistas que ayuden a sentar las bases de la recuperación. En economía, como en casi todo, constituye un riesgo apostar a una única carta.