Las opciones que le quedan a Obama
Romper el techo de deuda puede ser la opción menos mala del presidente Barack Obrama. Tiene que cumplir con las obligaciones de EE UU, y no puede recortar el gasto o subir impuestos sin el visto bueno del Congreso. La única opción es pedir más préstamos, pero algunos legisladores quieren impedírselo. Legalmente, su apuesta más segura es ignorarlos.
Una solución ridícula que está circulando es que el departamento del Tesoro acuñe una moneda de un billón de dólares, que podría técnicamente al gobierno por debajo del límite de deuda. Pero la ley que lo autoriza solo se aplica para monedas conmemorativas, y además, la propuesta suena estúpida. Otra sugerencia es que el gobierno emitiese documentos de reconocimiento de deuda (IOU en inglés), como hizo California durante su crisis presupuestaria de 2009. Una solución creativa, pero un parche.
Obama ha rechazado una opción prometedora. Una cláusula en la decimocuarta enmienda de la Constitución de EE UU dice que los estados no pueden renegar de sus deudas, lo que querría decir que el límite de endeudamiento podría declararse anticonstitucional. Pero un posible punto de fricción es que la cláusula no dice que el presidente pueda emitir más deuda sin autorización del congreso.
Y por ley, probablemente no pueda. Solo el Congreso tiene el poder de gravar, pedir prestado o gastar. Dentro de la legalidad, el presidente podría decidir hacer lo que considera de interés público: reducir el gasto, incrementar los préstamos e incluso subir impuestos o vender propiedades públicas. Pero las opciones no son necesariamente iguales ante los ojos del la ley. Los recortes de gasto, por ejemplo, requerirían que Obama incumpliese lo que ha dicho el Congreso.
Emitir más deuda evitaría meterse en los asuntos del Congreso. Por tanto, es la menos ilegal de las opciones. Los inversores podrían preguntarse si la deuda adicional está respaldada totalmente por el gobierno y eso podría llevar a la volatilidad, pero vencería a un defecto federal. Lo mejor de todo, podría obligar a los defensores del déficit en el Congreso a dejar de depender de cosas como el techo de deuda y empezar a tomar decisiones difíciles sobre el gasto.