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Columna
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Todo por la fluidez del crédito

Una gran liquidez por parte de los reguladores mundiales es una señal de venta para los bancos. Esa no es la manera en que se lo tomaron ayer los inversores, ya que los precios de las acciones de las entidades globales subieron. Es cierto que el debilitamiento de las reglas destinadas a proteger a los bancos contra la fuga de depósitos significará mayores beneficios a corto plazo. Pero la desaceleración económica que ha causado que los otrora duros reguladores se rindan es una fuerza más negativa.

El ratio de cobertura de liquidez (LCR, por las siglas en inglés) es una parte clave de la respuesta del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea a la crisis financiera. Requiere que los bancos dispongan de activos fácilmente vendibles para cubrir el volumen de los pasivos que pudieran ser retirados en 30 días. Las consecuencias de esto dependen de lo "líquidos" que sean los activos, de la liquidez que los bancos esperan aguantar y del tiempo que tendrán que acatar la nueva norma.

Basilea ha cedido terreno en los tres puntos. La limitación original de la agrupación de activos líquidos ha sido extendida a deuda corporativa de baja calificación, acciones y valores respaldados por hipotecas, aunque con grandes descuentos. Las estimaciones sobre la cantidad de liquidez que pudiera necesitarse ha sido reducida. En suma, los bancos han mejorado mucho su posición. De media, tenían el 100% del colchón requerido antes. Ahora tienen el 125%.

¿Por qué son tan generosos los reguladores? La explicación tipo es que las nuevas normas son más realistas. Otra interpretación menos caritativa es que a los reguladores les aterroriza que el PIB no empiece a crecer con fuerza pronto. Van a ceder en cualquier cosa que pueda complicar el crédito. Si la relajación del LCR no lo favorece, las economías y los bancos ligados a ellas se beneficiarán. Pero si el problema real es que las empresas no quieren invertir durante una depresión, continuarán sufriendo. Los reguladores rezarán por lo primero.

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