Ni Europa ni EEUU pueden bajar la guardia
El acuerdo alcanzado in extremis la madrugada del miércoles en la Cámara de Representantes de Estados Unidos para alejar el país del temido abismo fiscal ha supuesto un alivio notable no solo para la economía norteamericana, sino también para la europea y para el resto de las economías del planeta. El pacto supone una victoria política para Barack Obama -dado que le permite cumplir en parte su promesa electoral de elevar la carga impositiva a las rentas más altas- aunque abre también una etapa de nuevas negociaciones en la carrera por reducir los importantes desequilibrios presupuestarios de la primera economía mundial. El acuerdo entre republicanos y demócratas deroga las exenciones tributarias a las rentas de los individuos que perciban más de 400.000 dólares anuales, así como a las familias que sumen más de 450.000, e introduce cambios y ajustes en la tributación de las rentas de capital y dividendos, en las sucesiones de bienes inmuebles, en algunos incentivos fiscales a las empresas y en el subsidio de emergencia por desempleo, entre otros aspectos. Una vez salvada esta primera prueba de fuego, que inaugura el segundo mandato del presidente, el calendario de asuntos pendientes para la política y la economía norteamericana es contundente. El primero de ellos es la aprobación de un otro pacto político para reducir el gasto del Gobierno federal y para elevar el techo de endeudamiento. Ello hace presagiar otra tanda de complejas negociaciones políticas en materia presupuestaria que hacen presagiar nuevas tensiones en los próximos meses.
El acuerdo alcanzado ahora con los republicanos ha sido saludado no solo con lógica alegría, sino más bien con euforia, en los mercados internacionales y con una buena dosis de alivio en los Gobiernos europeos. Pese a ello, hay que recordar que no es tiempo de bajar la guardia y que el peligro sigue latente. En un mundo globalizado e interconectado, los riesgos de desequilibrios en la primera economía mundial constituyen una amenaza muy seria para el resto de los países. Un riesgo que el caso de Europa se ve agravado por los efectos de una crisis de la que todavía no es posible vislumbrar un final cierto. A la espera de que Estados Unidos afronte y resuelva sus problemas pendientes, la vigilancia y la cautela deben seguir siendo directrices básicas en la hoja de ruta de los Gobiernos de la zona euro. Más aún cuando la marcha de los acontecimientos políticos en Washington no es una materia en la que los Ejecutivos europeos puedan ejercer influencia, mientras que la evolución de las economías domésticas y, por ende, de la europea, constituye un terreno sobre el que se puede -y se debe- trabajar con firmeza, seriedad y visión de futuro.