La carrocería es puro arte
El coche, metáfora estética de lo mejor y de lo peor de nuestra sociedad
En la iconografía moderna, sobre todo estadounidense, el coche representa la libertad, el éxito, la huida. "Esta ciudad está llena de perdedores. Yo me voy de aquí para triunfar". Es la célebre canción Thunder road (Carretera del trueno). Es Bruce Springsteen. Era 1975. Desde hace décadas, los artistas han percibido en el automóvil la sublimación de esos atributos y han tratado de incorporarlos a sus obras. "Es imposible obviar la fuerza simbólica que posee el automóvil, capaz de resumir discursos complejos sobre la realidad que se vive en cada momento", relata el coleccionista Marcos Martín Blanco. Esa mirada a nuestro tiempo hace que en el coche viaje la crítica social y lo reivindicativo, pero también el poder, la velocidad, el sexo, el deseo, la tierra prometida. Un material tan rico y fértil era imposible que pasara desapercibido para los creadores contemporáneos.
Convertido el arte en el espejo de la época en la que se crea, son legión los artistas que han recurrido al automóvil para construir su discurso y su crítica. Andy Warhol elaboró una serie de piezas tomando como referencia fotografías de accidentes de coches, los Car Crash. El artista estadounidense miraba debajo de la alfombra del sueño americano. El coche, en vez de símbolo de la libertad y el placer, se transformaba en alienación y violencia. Era comienzos de los años sesenta y Estados Unidos vivía una gran agitación social. Paradójicamente, quizá no tanto, el 17 de mayo de 2007 se remataba en la sala neoyorquina de Christie's una pieza de esa serie (Green car crash-Green burning car) por 71.200.000 dólares (55.252.993 euros), el precio más alto jamás pagado por una obra de Warhol. Se piensa que la compró el mayor coleccionista de warhols del planeta: Jose Mugrabi, quien atesora más de 800 obras.
Años después, en 1999, Vik Muniz reinterpretará en su famosa serie de fotografías de chocolate algunos de esos warholianos Car Crash bajo el nombre de Chocolate Disaster (hoy en la Colección Fundación Telefónica). El artista brasileño utilizará ese dulce material para recrear las imágenes que más tarde fotografía. "Es un trabajo espléndido, de una gran riqueza formal y conceptual", apunta su galerista española, Elba Benítez.
Sin embargo, hay que tener presente que Warhol y Muniz son solo dos voces más dentro de una polifonía que nos lleva a Roy Lichtenstein, John Chamberlain, Sylvie Fleury, Jean-Michel Basquiat, Cady Noland, Paul Graham, Olafur Eliasson, Gonzalo Lebrija, Damián Ortega, Gabriel Orozco o Jeff Koons. Esto en la escena internacional. Si miramos en casa, encontramos a Pilar Albarracín, Sergio Prego, Adrià Julià, Santiago Sierra, Félix Curto. Sin olvidar, en lo colectivo, al Museo Vostell Malpartida (Cáceres).
Todos estos artistas han utilizado el coche de una forma muy distinta, pero a la vez comparten un lugar común, y es el "reconocimiento del papel icónico que el automóvil tiene en la cultura del siglo XX", asegura el coleccionista Paco Cantos. "Es un tótem de un tiempo y un lugar". Ya decía el futurista Marinetti aquello de que el coche era más hermoso que la Victoria de Samotracia.
Pero el arte contemporáneo se lo replantea todo; todo le sirve y todo lo destruye. Por eso hay propuestas muy interesantes, alejadas de este planteamiento tan esteticista de Marinetti, como la de Damián Ortega (México, 1967), cuya obra más conocida tal vez sea La cosa, una escultura que representa un Volkswagen Escarabajo desmontado y cuyas partes están suspendidas en el aire, pedazos que se muestran igual que un insecto disecado en el álbum de un entomólogo.
También otro mexicano, Gabriel Orozco, una figura imprescindible en el arte contemporáneo, tunea un Citroën DS. Lo secciona en tres partes longitudinales, quita la central, vuelve a unir las dos restantes y el resultado es un coche inútil 65 centímetros más bajo. ¿Qué nos cuenta esta pieza exhibida en el MOMA? "Habla de lo cambiante que es la percepción y nos enfrenta a una realidad, la cotidiana, a veces absurda y extraña", relata Fernando Meana, quien posee obras de este artista. Y a la vez es la prueba, precisa Cristina Giménez, directora de la galería Ivorypress, "de la inasible separación entre arte, arquitectura y diseño industrial". Sea como fuera, si seguimos viajando por la relación entre arte y coche hay que hacer parada en los automóviles hipercalóricos de Erwin Wurn (Austria, 1954). ¿Su proyecto? Piensen en un vehículo al que le han salido michelines. Este es el irónico trabajo de este artista, que igual crea esos coches a lo Fernando Botero que camisas con forma de caja, hombres con cabeza de calabaza, museos derritiéndose... El humor como arte. ¿Y la vida, dónde queda?
Desde que el referente del expresionismo abstracto Jackson Pollock perdiera la vida en su coche en 1956, el automóvil ganó para el arte un espacio de tragedia de la que hasta entonces había carecido. Warhol, lo hemos visto, supo aprovecharlo. Pero más cerca en el tiempo y en el espacio, una española, Pilar Albarracín (Huelva, 1968), ha logrado también su lenguaje propio. "La artista busca" -explica la comisaria independiente Rosa Martínez- "la interacción convulsa con el espectador que debe, literalmente, sufrir (o disfrutar) la obra, tanto física como emocionalmente. Lo consigue en piezas como El viaje (2002), un coche de emigrantes atestado de bultos en el que los espectadores, entre inevitables risas, experimenta las sensaciones (olores, baches...) del tránsito de miles de norteafricanos por las carreteras españolas".
Es evidente, a la sociedad, a los artistas les interesa ese enorme potencial que tiene el coche para narrar historias, pero al mercado también le gusta el que posee para atraer el dinero. En noviembre de 2005, Christie's vendía un lienzo (In the car) de tamaño medio (76,2 x 101,6 cm) de Roy Lichtenstein (1923-1997) por 16.256.000 dólares (12.558.600 euros). La cantidad más alta pagada en subasta por una obra de uno de los grandes nombres del arte pop. La pintura muestra a una pareja -pintada con la técnica de un tebeo- en el interior de un automóvil. Dos años después una escultura (Hatband) de John Chamberlain (1927-2011) fabricada con chapa de coche se adjudicaba por 2.841.000 dólares (2.194.820 euros). Es una pieza clásica dentro de la producción de un escultor que adaptó los postulados del expresionismo abstracto a las tres dimensiones. Mientras, en la orilla de la competencia, Sotheby's remataba en noviembre de este año un warhol (Green Disaster Twice) de la serie Car Crash por 15.202.500 dólares (11.744.700 euros).
Estos altos precios encajan con la dinámica de los tiempos. "El arte se ha convertido en un refugio frente a las fluctuaciones financieras", reflexiona Jussi Pylkkanen, responsable de arte Moderno en Christie's Europa. Y gracias a la capacidad de comunicación que tiene Internet se ha construido "la mayor audiencia de coleccionistas de la historia", concluye este experto. Parece que la terna arte, mercado y coches carburan bien juntos.