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Europa: el riesgo de la democracia y de lo contrario

Europa vuelve a enfrentarse ahora a los riesgos de la democracia, esa misma que secuestró en Italia y Grecia en 2011. Vuelve el Coco Berlusconi, se achica el tecnócrata Monti, ... y todos a temblar. La grandeza de Europa está en su sistema político democrático, y por ello todas las soluciones deben pasar por el filtro de los elegidos por sufragio.

En el norte de Europa temen a Silvio Berliusconi porque exhibe un aparente europeismo que esconde el más activo de los populismos del Viejo Continente. Pero tratar de frenarlo si tiene el respaldo de su población es todo menos democráticamente correcto; de hecho, sería un ejercicio de imposición inadmisible, y que en condiciones normales debería poner en guardia a los italianos, tras haberse tragado ya una vez la designación de un primer ministro a dedo por Europa.

La crisis abierta en la Unión Europea en 2011 se resolvió de hecho con la suspensión de las decisiones de la democracia en Italia y en Grecia, con la imposición de gobiernos designados en ambos casos, aunque fuere de forma temporal. Italia tiene políticamente mala fama, con episodios de ingobernabilidad aparente, que se expresa en duraciones efímeras de sus gabinetes, pero que está compensada por la fortaleza de sus instituciones. Pero Europa no puede abusar de un mecanismo que se ha extralimitado en exceso, dando la razón a los críticos del sistema que han pregonado reitaradamente en los últimos años el secuestro de la democracia y de la política en favor de los intereses de la economía y de los mercados financieros.

Italia ha hecho avances importantes en materia de reformas con Mario Monti, competente ex comisario de Competencia y hombre centrado y eficaz. Pero que Italia no tenía sus problemas resueltos era una evidencia, puesto que tenía que pasar las hazañas de Mario Monti por el filtro de las urnas algún día. Pero el centro derecha y centro izquierda no han sido capaces de convencer a Monti de que él es la alternativa a si mismo para ganrantizar la gobernabilidad y las reformas en Italia.

La izquierda ha encontrado un candidato y las encuestas le afianzan como el mejor posicionado; pero esta circunstancia ha despertado el ánimo del viejo patrón de la derecha populista, Silvio Berlusconi, que volverá a la palestra electoral, ninguneando a sus propios hombres de paja en la derecha italiana. Monti se ha asustado y anuncia que se va, cuando lo que tenía que hacer es aceptar el órdago para lograr el aval electoral a sus reformas, esas que han bajado la prima de riesgo hasta cerca de los 300 puntos básicos.

Si los italianos están convencidos como los europeos no italianos de la necesidad de Monti, sin duda le votarán y pondrán en los libros de historia a Berlusconi. Ojalá sea así, pero no podemos pretender, si no fuere así, que es imposible que Italia entre en la senda de la racionalidad económica.

España en este asunto no es un mero sujeto paciente, pues su financiación parece ligada a la italiana, porque los mercados lo han decidido así. Ya en la década de los noventa España decidió separarse de Italia y plantear su ingreso en la Unión Monetaria en fecha hiciese lo que hiciese Italia, que finalmente fue arrastrada por la voluntad de España. Ahora tiene que hacer otro tanto: intensificar las reformas, estabilizar la economía y lograr enviar señalas inequívocas de que la deuda española es financiable y su Tesoro fiable. Solo así habrá recuperación de la confianza y del crecimiento.

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