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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Comienza a desatarse el nudo bancario

El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) adjudicó anoche Banco de Valencia a La Caixa, un paso más en la resolución de la crisis financiera. Desde luego, se trata de la pieza más manejable del puzle, y tanto por coste como por capacidad de absorción no tiene sentido alguno demorar su venta y que sea una entidad de gran tamaño la que la integre en su balance. El mecanismo de resolución es, una vez más, el ya practicado con otras entidades fallidas: precio de saldo, inyección de dinero público y esquema de protección contra las pérdidas que generen los activos que han arrastrado a la entidad a la insolvencia.

Aunque siga corriendo una parte de la cuenta pública, un problema menos. Caja Castilla-La Mancha, CAM, Unnim y Banco de Valencia, hasta ahora, y en los próximos meses Catalunya Caixa y Novagalicia son las entidades cuya insolvencia ha evidenciado los excesos del sistema financiero español durante los años de liquidez y crédito abundante y barato, y con supervisión poco rigurosa. Seguirá pendiente el futuro de la mayor de las entidades fallidas, Bankia, que será sometida a un severo plan de adelgazamiento (oficinas, plantilla, balance...) antes de devolverla a manos privadas. Pero la aprobación hoy por parte de Bruselas de los planes de reestructuración de todas las cajas intervenidas en España, y la entrega en las próximas semanas de capital por valor de 40.000 millones de euros (37.000 para las cuatro entidades nacionalizadas y 3.000 adicionales para el banco malo), es el punto de inflexión definitivo para desatar el nudo financiero que atenaza a la banca, al Estado y a la economía de hogares y empresas en los últimos meses y que ha provocado que centenares de inversores internacionales hayan cuestionado la viabilidad del país. A ello contribuirá también la ampliación de Popular, que culmina hoy.

En los primeros años de crisis los mercados financiaban crecimientos de la deuda pública muy superiores a los que ahora necesita la banca, y lo hacían sin hacerse preguntas. Pero en la primavera pasada se plantaron y advirtieron que no financiarían los 40.000 millones que finalmente ha precisado el sector, simplemente por la sospecha de que se necesitaba mucho más dinero. Ahora está acotada la necesidad y en marcha la solución, tanto para los activos que gangrenaban en balance como para el resto, aunque para ello haya tenido Europa que acudir al rescate. A pesar de que los tempos marcados para la reestructuración de las entidades intervenidas (cinco años) son excesivos, la certeza de que los problemas están identificados, cuantificados y vacunados debe ser suficiente como para que la financiación, que ahora a duras penas llega al Estado, se deslice sin trabas a la banca y, de esta, a empresas y particulares.

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