"Que vuelva la peseta"
El dirigente de la empresa de cambio de monedas recibió en septiembre una llamada mientras jugaba al tenis en Lanzarote. Por orden del Banco Central de Argentina, tenía unas horas para cerrar las 11 oficinas que poseía allí.
El euro tiene todo tipo de enemigos. Y no todos se esconden. "¿Por qué negarlo? Me interesa que vuelva la peseta", admite, casi a modo de presentación, Isidoro Alanis (Salamanca, 1975), presidente de Global Exchange. La empresa de cambio de monedas para los turistas tiene 870 empleados y 120 oficinas repartidas en 37 aeropuertos internacionales, la mayoría en América. Es una firma familiar que empezó en 1996 en un local de 10 metros cuadrados en el centro comercial que poseen los Alanis en Fuentes de Oñoro (Salamanca). La compañía opera en 14 países y espera que sean 28 en 2016. Crecimiento global, no europeo. De las 16 sucursales que tenía en los noventa en España, quedan tres. "De la noche a la mañana", rememora el empresario desde una oficina con vistas al Palacio Real de Madrid, "entró en circulación el euro y el 95% de nuestro mercado había desaparecido".
Pregunta. Estaban avisados.
Respuesta. Cuando empezamos, en 1996, ya se hablaba del euro, pero con cinco años de anticipación nunca te crees que va a llegar. Nuestro primer plan estratégico estaba centrado en España, como si nunca fuera a llegar el 1 de enero de 2002 [día que entró en circulación la moneda].
P. Y al final llegó.
R. El negocio cayó por completo. Aquí, en Madrid, veías en 2000 o 2001 hasta 30 oficinas de cambio en la Gran Vía. Ahora no ves ninguna. Fíjese: el 31 de diciembre de 2001, nuestra empresa cerró la actividad a pleno rendimiento. Y a los cinco días, ya habíamos bajado entre un 50% y un 60%. Ahí es cuando nos dimos cuenta de lo que es una crisis externa que nada tenía que ver con nosotros. Lo que ocurre es que nos habíamos anticipado al fin de la peseta. Buscamos la externalización del producto.
P. ¿Dónde se fueron?
R. Abrimos en Argentina. Luego nos pasamos dos años intentando que nos dieran más concesiones en otros aeropuertos. No lo conseguimos hasta 2004, cuando se nos asigna el de Montevideo, en Uruguay, y el de Costa Rica. Fuimos creando una red.
P. No querrá ni oír hablar de una moneda única en Latinoamérica.
R. Es que es una irrealidad. Fíjese en lo que nos está costando en Europa, con países con políticas fiscales y sociales similares.
P. Ahora que las cosas no van bien en España hay quien habla de volver a la peseta.
R. Nos encantaría. Igual que fuimos los perjudicados por la entrada del euro, seríamos los beneficiados de la llegada de la peseta. A España llegan alrededor de 60 millones de turistas al año [en 2011 fueron 56,7 millones, según el Gobierno]. Solo entre el 10% y el 15% de esos visitantes no utiliza el euro.
P. ¿Sería bueno para España?
R. No. Lo admito. El euro es bueno para España. Sobre todo, sería terrible si salimos sin que se desintegre. Nuestras deudas estarían en euros y tendríamos que pagar en pesetas, moneda que sufriría una devaluación terrible.
P. ¿Y si el euro desaparece?
R. Eso sí sería interesante. Nos convertiríamos en un país competitivo. Un café nos cuesta dos euros, el mismo precio que se paga en Berlín. Algo no funciona cuando tenemos los mismos costes de producción que Alemania. No tiene sentido.
P. Uno se imagina a los directivos de su sector conspirando contra el euro.
R. Ni mucho menos. Este sector ha desaparecido en Europa. Yo no creo en eso de los grandes mercados. No dejan de ser gente que ahorra. El problema del euro son los propios europeos, los propios países de la Unión, que buscan cada uno su provecho. Y es normal, somos países con intereses distintos. Hasta que no tengamos más unidad...
P. En un mercado global, ¿tiene sentido una moneda distinta en cada país?
R. En Europa, ahora mismo, varios Estados estarían mucho mejor con su propia moneda.
P. Pero tampoco habrían crecido tanto en la última década, ¿no?
R. Ese crecimiento, ¿era real o ficticio?
"Nos han cerrado en Argentina"
P. Se suele repetir: no cambies moneda en un aeropuerto, que sale más caro. R. Somos más caros que un banco, sí. Y tiene cierto sentido. Nuestro único servicio es el cambio de moneda. Trabajamos los 365 días del año 24 horas al día. Nuestros empleados hablan, al menos, inglés, ponemos turnos de tres o cuatro empleados en ventanilla para que el cliente no tenga que esperar...P. Siempre existe la sospecha de que se engaña al turista.R. Nosotros no engañamos a nadie.P. ¿Por qué el Banco Central de Argentina considera las tarifas de su empresa "abusivas"? R. Los que tienen que evaluar si un servicio es caro o barato son los clientes. En Argentina, de cinco millones de personas que hemos atendido en 11 años, solo se han quejado 70.P. Para quejarse, el turista tendría que volver al aeropuerto.R. En Argentina, en las cintas de equipaje, hay unas pantallas de información con los precios del día del banco central, del Banco Nación, que también estaba en el aeropuerto, del Banco Piano y de nuestra empresa. Y en las pantallas de cambio de nuestra empresa poníamos los precios de la competencia. Por filosofía, tenemos la política de devolución durante 15 días si un cliente no queda satisfecho.P. El Banco Central de Argentina ha decretado que solo las "entidades financieras públicas podrán abrir y/o mantener casas de cambio en puertos y aeropuertos internacionales". En la práctica, supone el cierre de 11 oficinas de Global Exchange. R. Sí. Nos quedamos sin licencia el 7 de septiembre. Estamos trabajando para conseguir resultados. Espero poder decir más en los próximos días.P. ¿Ha hecho algo por ustedes el Gobierno español?R. Estamos en contacto. No tenemos queja.P. ¿Y qué ha pasado con los 101 empleados que tenían allí?R. Seguimos pagándoles. ¿Cuánto nos cuesta? Unos 250.000 euros al mes.