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La UE, del revés

El desagüe de Grecia desemboca en las arcas de España

La sombra de Hammurabi planeará a partir de hoy sobre Bruselas. El legendario Código prescribió en el siglo XVIII antes de Cristo que cada tres años deben perdonarse las deudas. Y ese plazo se acerca en el caso del primer rescate de Grecia (aprobado en mayo de 2010), por el que los socios de la zona euro prestaron a Atenas 52.900 millones de euros (más 20.100 millones del Fondo Monetario Internacional).

La sombra de Hammurabi planeará a partir de hoy sobre Bruselas. El legendario Código prescribió en el siglo XVIII antes de Cristo que cada tres años deben perdonarse las deudas. Y ese plazo se acerca en el caso del primer rescate de Grecia (aprobado en mayo de 2010), por el que los socios de la zona euro prestaron a Atenas 52.900 millones de euros (más 20.100 millones del Fondo Monetario Internacional).

Dos años y medio después de aquel primer rescate, el Eurogrupo (consejo de Ministros de Economía de la zona euro) mantendrá hoy, muy a su pesar, un agrio debate sobre la posible reestructuración de los préstamos concedidos, tras constatar que el país sigue siendo tan insolvente como a principios de este año, cuando los acreedores privados aceptaron una quita del 53,5%. De hecho, esta misma semana podrían librarse otros 31.000 millones de euros con cargo al segundo rescate (valorado en 164.000 millones hasta 2014) para evitar de nuevo una suspensión de pagos en Atenas.

Tanto esfuerzo para nada, pensarán los más pesimistas. Y las cifras parecen darles la razón: las últimas previsiones de la Comisión Europea sitúan los números rojos de Grecia para 2013 en el 188%, más de 20 puntos porcentuales por encima del plan trazado por la troika para garantizar la capacidad de reembolso de Atenas.

Pero en contra de lo que pueda parecer a primera vista, algo ha cambiado sustancialmente desde aquel primer préstamo de mayo de 2010: el sector financiero, y en particular la banca alemana y francesa, ha reducido drásticamente su exposición a los peligrosos bonos griegos, que durante este tiempo han pasado casi por completo a manos de los contribuyentes europeos. Hasta el punto de que un país como España, cuya banca apenas tenía posiciones en deuda griega, ahora se juega 6.650 millones de euros en préstamos bilaterales y varios miles de millones de euros a través de su participación en el BCE y en el fondo de rescate.

"Calculamos que el valor de los bonos griegos en manos privadas ya no llega ni a 60.000 millones de euros [el 17% del total]", reconocen fuentes comunitarias. El resto reposa figura en los balances de los socios del euro, del fondo de rescate, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional.

Ninguno de los nuevos acreedores quiere plantearse una quita masiva. El FMI lo tiene prohibido por sus estatutos. El BCE, por el Tratado de la UE. Y en algunos Estados, la ley presupuestaria impide soportar pérdidas en un préstamo bilateral.

Pero a corto plazo resulta inevitable mejorar las condiciones de los préstamos para garantizar la sostenibilidad de la deuda griega. Entre otras cosas, porque es una condición imprescindible para que el FMI siga participando en el rescate (aportó 20.100 millones al primer rescate y ha comprometido hasta 28.000 millones para el segundo).

De momento, el Eurogrupo intentará hoy dar un impulso a las negociaciones sobre las medidas de alivio. Aunque no se espera un acuerdo definitivo todavía, es probable que los ministros mejoren las condiciones de los préstamos para aliviar la carga de los intereses y que, tal y como anunciaron en febrero, cedan a Atenas las ganancias derivadas de los bonos griegos comprados a precio de saldo por el Banco Central Europeo y el resto de bancos nacionales.

Pero casi nadie confía en que sean suficientes para liberar al país de una espiral recesiva (de seis años consecutivos) que hace impagable una deuda de más de 355.000 millones de euros. Y a largo plazo, no cabe descartar una reestructuración generalizada que pasará la factura, otra más, al contribuyente europeo.

"La tragedia presupuestaria griega resalta la necesidad de contar con un mecanismo formal de reestructuración de deuda", señala Zsolt Darvas, del instituto de estudios Bruegel. A la espera de ese mecanismo, ya parece claro que el desagüe de la deuda griega se traducirá en números rojos para España y el resto de socios de la zona a euro.

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