Alternativa al modelo bancario
El funcionamiento actual de los bancos europeos ha resultado ser muy intestable, por lo que el autor propone un nuevo modelo que facilite la unión bancaria y que resulte viable políticamente.
Mervyn King, Gobernador del Banco de Inglaterra, califica al modelo bancario actual como el peor posible. ¿Cómo puede uno de los guardianes del templo de la City londinense lanzar semejante carga de profundidad sobre el sistema financiero?
King no es el único ni el primero en afirmarlo. El modelo bancario actual es intrínsecamente inestable al prestar a medio y largo plazo un dinero, los depósitos, que debe a corto plazo. Es un sistema triplemente defectuoso: es ilíquido por definición, por lo que en momentos de incertidumbre se tambalea y conduce a rescates bancarios; deja el proceso de creación de dinero en manos de los bancos, cuyo comportamiento procíclico alimenta las burbujas y agrava las recesiones; y es abusivo: los bancos se lucran con los depósitos a la vista sin retroceder parte del beneficio al depositante, al revés, le cobran por gestionarlos.
Se han inventado mecanismos para conjurar el riesgo de iliquidez, como el rol de prestamista de última instancia de los bancos centrales o los fondos de garantías de depósitos. Pero el resultado ha sido alentar un riesgo igual o mayor: el llamado riesgo moral, aquel por el que los bancos descuidan la calidad de su cartera crediticia y el equilibrio de sus balances, confiados en que serán rescatados si las cosas se tuercen. Las cosas, tarde o temprano, acaban torciéndose, dando lugar a la transformación de las crisis bancarias en crisis de deuda pública, como Reinhart y Rogoff han demostrado con prolijidad empírica.
Los efectos procíclicos se verán ligeramente moderados gracias a los requisitos de capital de las reglas de Basilea III. Sin embargo, en cuanto al desequilibrio en la relación banco/depositante, muy poco se ha hecho salvo vigilar los abusos en el cobro de comisiones.
Si el sistema actual ha acabado imponiéndose es por su facultad para inyectar en la economía esos recursos considerables que son los depósitos, además de la influencia de la banca sobre el poder político para que no reforme un modelo que le procura la materia prima a tan bajo coste. Mervyn King no niega dicha facultad, pero se pregunta si vale la pena a la luz de los elevados costes económicos y sociales que supone regularmente.
Ahora la Unión Europea pretende desconectar el riesgo bancario del riesgo soberano con el proyecto de unión bancaria. La agregación aporta algo más de estabilidad, sin duda, pero ni convierte al sistema en definitivamente estable, ni retira a los bancos el poder de crear dinero, ni remunera mejor al depositante.
Otros modelos más estables y beneficiosos para la economía han existido en la historia y han sido defendidos por economistas de relieve, como Fisher, Friedman o Tobin. El modelo más habitualmente citado es el llamado narrow banking, consistente en separar la actividad de captación de depósitos, confiándola a entidades privadas que sólo pueden invertir los depósitos en activos líquidos seguros, como títulos de Estado por ejemplo, de la de concesión de crédito, en manos de los bancos a partir de sus fondos propios y del capital que capten en el mercado. King lo ha defendido y John Kay, profesor de la London School of Economics, lo propuso a la Comisión Vickers para la reforma financiera británica. æpermil;sta lo desechó por la supuesta reducción del crédito que conllevaría, así como por la insuficiencia de activos líquidos seguros en los que invertir los depósitos.
También suscita atención, en una versión actualizada tras la publicación de un estudio reciente del FMI, el Plan Chicago de 1933, descrito en el libro 100% Money de Irving Fisher. Este Plan proponía una reforma monetaria radical para que el crédito estuviera íntegramente respaldado por dinero emitido por el Estado. Como ha confirmado el FMI, permite un mejor gobierno del ciclo económico, erradica los pánicos bancarios y reduce drásticamente la deuda pública y privada. Wall Street consiguió que no prosperara en el Congreso estadounidense, haciéndolo desaparecer de los borradores iniciales de la Banking Act de 1935. Hoy se le achaca la misma debilidad, su difícil viabilidad política.
Hemos elaborado una propuesta que supera, en nuestra opinión, las anteriores objeciones. Se trata de una reforma bancaria, no monetaria, pero con efectos prácticos similares al Plan Chicago. Consiste en centralizar los depósitos en una entidad pública independiente y continuar destinándolos al crédito a través de la intermediación de los bancos. La estabilidad la procura la circularidad de las transferencias en el seno de la entidad, que funciona como una cámara de compensación y elimina el riesgo de iliquidez. La quiebra de un banco solo afecta a sus accionistas y acreedores, desapareciendo el chantaje del rescate bancario. La disponibilidad de una cuenta gratuita en la entidad central es un derecho de cada ciudadano. La competencia entre bancos es más efectiva al eliminarse la traba a la movilidad que significa la domiciliación de nóminas y facturas. La entidad central ejerce de mercado interbancario de cara a los bancos, ofreciéndoles una fuente de financiación permanente a precio competitivo y asegurando el flujo del crédito incluso en épocas de crisis. Las exigencias prudenciales de la entidad central a la hora de financiar a los bancos permiten una mejor correlación entre la economía financiera y la economía real.
La custodia de los depósitos y la integridad del sistema de pagos son servicios de interés general que justifican la centralización, del mismo modo que la emisión de moneda es un monopolio de los bancos centrales. La gobernanza de la entidad está diseñada para garantizar a la vez la profesionalidad de la misma y su control último por parte de los depositantes, la ciudadanía.
La transición al nuevo modelo es menos compleja que, por ejemplo, la introducción física del euro en 2002. En pocos meses puede producir los efectos estabilizadores deseados ya que el primer paso es de orden jurídico y financiero, relativamente simple de ejecutar, consistente en transferir el derecho de uso por cuenta propia de los depósitos de los bancos a la entidad central, la cual garantizaría al principio a aquéllos una financiación equivalente al volumen de depósitos que gestionaban. Los clientes seguirían acudiendo a su oficina bancaria habitual. Progresivamente, los criterios de solidez del balance y de calidad de la cartera crediticia serían prioritarios a la hora de prestar a un banco, mientras que la red bancaria se iría diferenciando en oficinas de la entidad de depósitos y establecimientos de crédito. Su implantación en un país de la zona euro es compatible con la arquitectura monetaria de la misma y la normativa comunitaria. Su generalización alumbraría una unión bancaria realmente sólida y estable.
¿Tiene viabilidad política? Atendiendo a los ingresos públicos importantes que genera el préstamo de los depósitos y a la posibilidad de gestionar la liquidez de acuerdo con el interés general, permitiendo por ejemplo el auto-rescate del Estado español sin riesgo ni laxismo, sumado a los beneficios antes descritos, acumula ventajas más que suficientes para debatir urgentemente su aplicación.
Antonio Quero. Funcionario de la Comisión Europea. Anima el grupo de reflexión Factoría Democrática de militantes y simpatizantes del PSOE.