La nueva reforma laboral en la banca
Las negociaciones en Bruselas para delimitar el marco de ayudas a las entidades que lo precisen o a las que ya han sido nacionalizadas dentro de la reestructuración del sector financiero, van más allá de los planes de recapitalización. Tiene sentido, porque el sector se enfrenta a una reconversión en toda regla para asegurar su sostenibilidad y competitividad futuras. Por eso no debe extrañar que en esas reuniones empiece a pesar un aspecto determinante: la reestructuración laboral. Los interlocutores de la troika se han apercibido de las generosas cantidades que -sin nada que ver con las de los directivos- la banca viene poniendo a disposición de sus planes de recorte de plantilla, en forma de indemnizaciones que multiplican con creces la media de otros sectores. Es una política, anterior a la crisis pero activa, que interesa a las partes porque, entre otras cosas, mantiene la paz social y contentos a los sindicatos, a la vez que los empleados se van de la banca con generosas indemnizaciones. Pero que, sin embargo, rechina ahora que la banca recibe importantes ayudas de fondos públicos. Por eso Bruselas quiere acabar con ella, y que las condiciones de salida se ciñan a la mucho más restrictiva Ley de Reforma Laboral, incluso en los bancos que no reciban ayudas directas. Las empresas se oponen por temor a la conflictividad y los sindicatos por razones obvias, pero las leyes están para cumplirlas.