Hablar de industria, ya
La desindustrialización está agravando la crisis en España. El autor considera que la industria, que sí que existe en nuestro país, es un componente que será decisivo para salir del bache económico.
España es un país industrializado y la industria es un componente fundamental para el discurrir futuro de la sociedad española. Ha de tenerse en cuenta, como pone de manifiesto un reciente estudio de PwC, que la industria es el sector que crea más valor añadido por unidad de trabajo, o, en otras palabras, es el sector de mejor productividad, con bastante diferencia, de la economía. La industria es, además, el principal soporte de nuestras exportaciones, y el empleo que genera es de mayor calidad que el de los otros sectores, tanto por su menor tasa de temporalidad, como por la cualificación exigida a sus trabajadores de los distintos niveles. Y sin embargo, en la actualidad, la participación de la industria en el PIB español se limita al 15%, frente a una media del 20% en la Unión Europea, y un 25% en Alemania.
Por ello es tan preocupante el proceso de desindustrialización que está viviendo el país, proceso que viene de largo, pero que la crisis económica no ha hecho más que acelerar, y que pone en peligro una de las bases fundamentales que hacen de España una economía compleja, moderna y diversificada. No es este el lugar para analizar en detalle las causas, pero se puede mencionar la caída de la demanda interna, las restricciones al crédito, el coste de la energía, la dimensión de nuestras empresas, las escasas facilidades que encuentra la emergencia de empresas innovadoras, etc...
Somos un país industrializado y con cultura industrial, y no podemos renunciar a ello porque ahí está una de las claves de nuestro existir. Los recientes espejismos especulativos no pueden ocultar que detrás de ellos existe un tejido productivo de carácter industrial razonablemente sólido, apoyado en una mano de obra experta y de calidad y en un excelente nivel de ingeniería, plenamente comparables con los de cualquier país de nuestro entorno. El que una buena parte de nuestra sociedad haya ignorado esta realidad industrial y haya vivido de espaldas a ella, no quiere decir que haya que seguir haciéndolo así. Nuestro porvenir reside en gran medida en nuestra capacidad de fabricar cosas, si bien probablemente muchas de las cosas que fabriquemos sean diferentes de las que hemos fabricado hasta ahora. No obstante, nuestras capacidades futuras derivarán de nuestras capacidades presentes, y eso hay que tenerlo muy claro. Si nuestro sistema productivo tiene problemas, y problemas serios, habrá que analizarlos y ponerles remedio, con rigor y voluntad de futuro.
Conviene recordar que la industria española está presente en el exterior con una reputación de excelencia universalmente reconocida. Especialmente, nuestras empresas de ingeniería, pero no sólo ellas. Como comentaba recientemente un conocido empresario, su existencia dependía de la exportación, mientras que los peligros se identificaban con la demanda interna. En sectores como el transporte, las energías renovables, la gestión de redes de servicios avanzados (que también es industria), las grandes plantas llave en mano, etc... El liderazgo español en el plano internacional es indiscutible. Incluso hoy, en medio de la crisis, uno de los aspectos más esperanzadores y positivos para la maltrecha economía española es la proyección internacional de las empresas de ingeniería. Bien reciente está, y no es el único, el caso de la adjudicación a un consorcio español del ferrocarril de alta velocidad Medina-La Meca en Arabia Saudí.
Y sin embargo, hay que insistir en ello, el riesgo existe. Desaparecen empresas todos los días y, como si se tratara de un destino inexorable, nadie habla de ello. Se habla de la sociedad de servicios, ignorando que no existe tal sociedad en ningún país moderno, si no está respaldada por una industria sólida. Se menosprecia el rigor y la exigencia en la formación de los ingenieros, como si se pensara que el conocimiento estructurado, del que tanto nos reclamamos, surgiera del voluntarismo y la improvisación benevolente.
Por ello, los ingenieros industriales, junto a otros muchos profesionales, propiciamos las bases de otro modelo, basado en la innovación, en las capacidades de nuestra ingeniería, en la capacitación de nuestros trabajadores, en un sistema educativo serio y riguroso, en el respeto internacional que muchas de nuestras empresas, y muy especialmente las de ingeniería, están consiguiendo. No es una utopía. Esa otra España económica existía, y existe todavía.
Los ingenieros industriales queremos llamar la atención de la sociedad sobre este problema. Porque, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Este verano, desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales, se elevó al Gobierno y se difundió a los medios de comunicación un breve y sencillo documento pidiendo la apertura de un debate nacional sobre la industria y la política industrial. Desde nuestro punto de vista, en un entorno de crisis como el actual, se está a tiempo de considerar la reindustrialización de España como una cuestión de Estado y se tienen los mimbres para ello.
En esa línea, se ha puesto en marcha, desde el Colegio y la Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid, el I Congreso de la Ingeniería Industrial, en el que se pretende reunir a un selecto plantel de profesionales para reflexionar conjuntamente sobre el panorama de la industria española. Alrededor de doce mesas temáticas representan el conjunto de actividades en que estamos activos y somos competentes los ingenieros industriales, desde energía, medio ambiente, logística y transporte, seguridad y prevención, industria manufacturera, o TICs, hasta responsabilidad social, innovación y excelencia, emprendimiento, internacionalización, certificaciones profesionales, educación o formación continua. Otras actividades completan el congreso: conferencias, mesas redondas y visitas técnicas a proyectos e instalaciones representativos de la ingeniería industrial completan de la mano de técnicos que explicarán sobre el terreno la singularidad de la aplicación de la tecnología en la vida cotidiana de los ciudadanos.
La Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid ha sido el lugar elegido para acoger la cita que se celebra entre ayer y hoy, y que ojalá sirva para alertar a la sociedad española y a sus dirigentes acerca del peligro que supone el desinterés hacia la industria. Porque, sin industria, no hay país.
Jesús Rodríguez Cortezo. Decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid y presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales.