Un industrial indignado
Tiempos difíciles para la industria en España. El autor explica la impotencia que siente ante la situación que atraviesa su empresa y cómo muchas otras viven una situación similar.
Soy un industrial papelero que, atónito y desconcertado, asiste paso a paso al desmantelamiento forzado y súbito de su industria y de su razón de ser profesional. Imagino el último acto de mi industria. La despedida de todos los empleados tras fuertes tensiones y momentos increíblemente duros. La planta vacía. Después, salgo y contemplo el mismo drama repetido en cientos de empresas como la mía.
Me resisto a creer que no pueda -que no podamos- reescribir el final de esta historia, protagonizada por novecientas industrias con el denominador común de haber invertido en cogeneración para poder tener menores costes energéticos. Buscando mejorar nuestra competitividad industrial, todos nosotros instalamos cogeneración en su momento. Se trataba de ganar mercado dentro y fuera de nuestras fronteras. Se invirtió en cogeneración ser más competitivos. Y gracias a ella lo fuimos, hasta ahora. No tengo por qué justificar que los cogeneradores, aunque producimos los mismos electrones que una gran central de ciclo combinado o de carbón, somos comparativamente mucho más eficientes para el país. Porque no precisamos de grandes líneas de transporte, porque aprovechamos más el combustible fósil importado, porque damos estabilidad al sistema y porque evitamos emisiones de CO2. Es cierto que instalar cogeneración es caro pero si hubiera un dios de la eficiencia económica, nos obligaría a persistir y a crecer. El país está mucho mejor con nosotros que sin nosotros. Económicamente hablando, el balance es absolutamente positivo. Por eso, la Comunidad Europea está empujando a construir más cogeneración.
Entenderán mejor lo que hacemos usando una metáfora. Imaginen que fabricamos tomates igual de buenos que los de una excelente gran plantación de Murcia, pero que lo hacemos al lado del consumidor final. Unos y otros son tomates iguales, pero no se pueden valorar al mismo precio, porque mientras unos se cultivan al lado del consumidor otros deben cargarse en un camión frigorífico, transportarse hasta un almacén a cientos de kilómetros y luego ser distribuidos a las tiendas de la ciudad. No es lo mismo. Así somos los cogeneradores, "tomatinamente" hablando.
Pues bien, tengo la sensación de que el gobierno no es consciente de ello y de que nos van a hacer desaparecer con el Proyecto de Ley de Medidas fiscales de sostenibilidad energética que pretende poner en marcha.
Si muere la industria cogeneradora y se lleva por delante sus más de 6.000 MW -el 12% de toda la electricidad nacional-, el país no se quedará a oscuras. Pero el problema es infinitamente mayor. El problema es que detrás de cada una de las novecientas cogeneraciones instaladas en España hay una industria -hay novecientas industrias- cuya supervivencia depende de que los costes energéticos sigan como ahora o mejoren, porque competimos industrialmente con Francia, Alemania, países nórdicos... que cuentan con mejores costes energéticos que nosotros. Es evidente que sus gobiernos al desarrollar sus políticas energéticas tienen muy en cuenta la política industrial. Algo que aquí no sucede.
Como el resto de industrias españolas, la mía sufre una pésima situación con demanda a la baja de papel y de cartón. Si en estas circunstancias se me grava con un impuesto al gas que consumo y con otro a la electricidad que produzco... simplemente me hunden. Mi empresa se hace inviable.
Hoy mi industria exporta más del 50% de la producción, pero con los costes que se avecinan mis competidores externos -con excelentes condiciones energéticas- me barrerán del mercado. Y luego, cuando me vea obligado a cerrar, mi cierre afectará no sólo al sistema eléctrico sino a cientos de trabajadores, suministradores, transportistas... Multipliquemos esto por las novecientas industrias con plantas de cogeneración en peligro y el resultado es espeluznante. Durante años y años mi fábrica ha sido competitiva. Al igual que muchas otras químicas, cerámicas, alimentarias... de cuyos costes energéticos depende su cuenta de resultados.
No somos zombis, somos industriales dinámicos que merecen ser escuchados atentamente por el gobierno, que debe hacer un serio "rethink" de la situación para estas novecientas industrias cogeneradoras. Porque trescientas de ellas se extinguirán de forma inmediata si el Proyecto de Ley no es modificado, y otras lo harán en dos o tres años. Somos el país europeo con menos peso industrial en el PIB y he oído por ahí que una de las herramientas del gobierno para salir de la crisis es la reindustrialización. No parece que vayan por ese camino, digamos que en este caso de las medidas para atajar el déficit eléctrico "es peor el remedio que la enfermedad".
Juan Vila. Consejero delegado de Stora Enso S.A.