Jubilación: la hora de la tercera vía
Mi experiencia dentro del sector de los seguros en España me ha llevado, en varias ocasiones, a pensar que me gustaría que el propósito que nos hacemos de ahorrar para el día de mañana no fuera de esos de los que hacemos y olvidamos unos días después. Dejando a un lado las condiciones económicas de cada uno, casi todos estamos de acuerdo en la conveniencia de guardar fondos que puedan prevenir nuestras necesidades futuras. Pero aun así somos pocos los que después tomamos alguna medida práctica en este sentido.
Nosotros quisimos confirmar esta hipótesis mediante la elaboración del informe La cara cambiante de la jubilación, con el fin de obtener información sobre el grado de preparación de los españoles para su retiro. En efecto, un buen número de encuestados (el 64%) admitía sentirse "muy responsable" de jugar un papel activo en su jubilación. Pero al mismo tiempo, un bajísimo porcentaje declaraba haber dado pasos mínimos en este sentido: tan solo un 7% de los encuestados reconocía estar ahorrando lo suficiente para asegurarse el nivel de ingresos necesario tras su jubilación, cifra notablemente inferior al 15% de media que arrojan el resto de los ocho países incluidos en el informe.
Puede argumentarse que este resultado es esperable dada la situación económica que vive España. En efecto, el elevado índice de desempleo hace que muchas personas estén más preocupadas por superar el día a día como para pensar en el futuro. Sin embargo, es menos comprensible que quienes aún disfrutan de un empleo y unos ingresos medios no dediquen un mínimo de tiempo y dinero a planificar su jubilación. Y eso es exactamente lo que no está ocurriendo en España.
Este estudio revela a España como uno de los países pesimistas sobre el futuro de su sistema de pensiones. El antiguo concepto de jubilación dorada desaparece para dar paso a un clima de desconfianza, en el que un 70% de los españoles considera que las futuras generaciones tendrán una jubilación con peor calidad de vida.
Esta desconfianza y la preocupación por el futuro de las pensiones públicas no es nueva. Pero cuando esta inquietud se ve reflejada en los medios de comunicación no suele derivar en un aumento de la preocupación práctica de los ciudadanos. Incluso ese 64% de nuestra encuesta, con ser apreciable, está por debajo de la media europea. La conclusión solo puede ser que los ciudadanos españoles han vivido tradicionalmente una cierta apatía en lo referente a ese periodo tan significativo de la vida.
Al contrario que en otros países europeos, donde buena parte de su ciudadanía ha tomado el control de su jubilación, aquí nos hemos convencido de que esta era competencia exclusiva del Estado y, en algunos casos, hemos confiado demasiado en la acumulación de activos inmobiliarios como fuente de ingresos complementaria de cara a nuestro retiro.
Frente a estas opciones, recomiendo una tercera vía que considero más segura: informarse. Frente a la inactividad derivada del desconocimiento, buscar asesoramiento sobre nuestra situación personal y las medidas que debemos tomar para asegurarnos una jubilación en condiciones; frente a la confianza en una única inversión, buscar conseguir una inversión asequible y continuada durante años, que sentará las bases de unos ingresos sólidos; y frente al aislamiento y la improvisación, tener la garantía de saber a quién consultar en las circunstancias económicas más adversas.
Tenemos que ser conscientes de que a lo largo de nuestra vida las necesidades evolucionan en función de muchas variables. La edad, la situación familiar o el nivel económico, entre otras, influyen a la hora de encontrar una solución adaptada a nuestro futuro. El asesoramiento es clave en este sentido y debemos evitar caer en pesimismos que contribuyen a incrementar el riesgo de no disfrutar de un retiro con la tranquilidad deseada.
Asumamos que probablemente las noticias referentes a las pensiones públicas que se produzcan en los próximos meses serán negativas. La situación deja claro que solo podemos esperar un repliegue, ajustes y limitación de recursos. Quienes aún mantienen su nivel de ingresos deberían considerar si les conviene seguir sin atender sus necesidades de jubilación, pero también, cuando la crisis se disipe y la vida se normalice para millones de personas, el conjunto de los ciudadanos debería experimentar un cambio de mentalidad y reconocer la conveniencia de una planificación cuidadosa y profesional de su vejez.
Jaime Kirkpatrick. Consejero delegado de Aegon España