¿A la tercera irá la vencida?
El tercer plan de compra de bonos del BCE apuesta por que los Gobiernos mantengan sus promesas. Al menos comprará tiempo para que la eurozona afronte los problemas de la Unión Monetaria. El anuncio de Mario Draghi de sus "transacciones monetarias directas" no gustará a todo el mundo. Los Gobiernos, con la esperanza de aprovecharse de la ayuda del BCE, estarán irritados porque dependerá casi seguro del Fondo Monetario Internacional. Y los inversores que esperaban que el BCE revelara sus objetivos ante los altos intereses de los bonos estarán decepcionados.
Muchos retos permanecen con el plan básico ya esbozado. La condicionalidad sigue siendo un asunto. Los países tendrán que adoptar un plan de rescate y ajustarse a un memorándum de entendimiento, pero habrá tensión si se desvían del camino. El BCE dice que dejaría de apoyarles, pero ¿qué credibilidad tiene esa amenaza? Tampoco se ha solucionado el tema de la clasificación de los bonos del BCE y los de otros acreedores. Draghi dijo que una ley aseguraría que los del BCE estarían al mismo nivel de los acreedores privados. Pero sus posesiones griegas también lo iban a estar. Y la ley podría no aplicarse a los casi 200.000 millones de euros de bonos existentes que dice que mantendrá hasta su vencimiento. Por último, está la fragilidad de programa al que el Bundesbank alemán se opone.
Pero los mercados han reaccionado bien al plan de Draghi. El bono español a 10 años caía unos 40 puntos básicos, hasta casi el 6%. Italia está en un sostenible 5,3%. El nuevo plan no resolverá la crisis y no lo pretende. Muchos inversores seguirán con miedo a que una probable recesión minará la capacidad de los países para crecer. Los bancos y las empresas no empezarán a prestar o a invertir ya en economías periféricas. Pero compra tiempo, haciendo bajar los costes de financiación y poniendo a los países en la senda de las reformas económicas. Draghi dijo que su plan tiene dos patas: la habilidad de intervenir ilimitadamente, y la condicionalidad. Que funcionen dependerá de los Gobiernos de la eurozona.
Por Neil Unmack