La caída libre del consumo de los hogares
La imparable caída del consumo privado en España constituye, junto al desempleo que lleva de la mano, uno de los síntomas más palpable y dramático de los efectos de la crisis. Los últimos datos sobre contabilidad nacional publicados por el INE revisan a la baja el descenso del gasto de los hogares en 2011 -que fue de un -1% en lugar del -0,1% estimado en febrero- y confirman el estado comatoso en que se encuentra el comercio interior. A ese dato negativo hay que sumar otro que no lo es menos. Los datos del INE revelan que el recorte del gasto en las Administraciones públicas realizado en 2011 fue menor del previsto y se limitó a un -0,5% en lugar del -2,2% calculado inicialmente. Ambas revisiones han obligado a recortar la cifra oficial de crecimiento de la economía española el pasado año desde un 0,7% del PIB a un 0,4%.
El desplome sin precedentes del consumo interior es la consecuencia lógica, aunque tremendamente dañina para el conjunto de la economía, de la difícil situación que viven hoy muchas familias y del temor que se siente ante un futuro cada vez más incierto en una mayoría de los hogares. La espiral de destrucción del empleo no solo afecta al consumo de quienes han perdido su puesto de trabajo, sino que ejerce de elemento disuasorio para quienes todavía lo conservan. Conscientes de un proceso de ajuste que aún no ha tocado suelo, las familias eliminan lo superfluo y reducen sus gastos a lo imprescindible. Pese a que ello suponga un comportamiento prudente desde la óptica de la economía doméstica, también constituye una soga cada vez más estrecha sobre el conjunto del tráfico económico. El efecto sobre el consumo de ese miedo al futuro se verá además agravado por la inminente entrada en vigor de la subida del IVA, y por el hecho de que en España sigue sin llevarse a cabo la obligada devaluación de precios esperable en una situación tan crítica como la actual. Es el caso, por ejemplo, del sector hotelero, parte del cual sostiene que la caída de tarifas ha tocado suelo y, en menor medida, incluso que ha llegado el momento de elevarlas.
La otra cara de la moneda de la mala salud económica española es la constatación de que las previsiones de control de gasto en el sector público se incumplieron ampliamente el año pasado. Una circunstancia inadmisible, dadas las exigencias de equilibrio presupuestario que comprometían entonces y comprometen ahora a España de forma ineludible. Los durísimos ajustes que el país soporta actualmente vienen en gran medida de unos deberes que en muchas ocasiones se hicieron mal y tarde. El necesario recorte de gasto en las Administraciones públicas -especialmente en las autonómicas y municipales- es uno de los ejemplos más flagrantes de ello.