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Un daño irreparable a la credibilidad del BCE

Si el consejo del BCE no quería comprar deuda hasta que España no pidiese el rescate, Draghi solo tenía que quedarse de brazos cruzados, esperar y capear las ruedas de prensa. Y, obviamente, enviar carta con acuse de recibo a Madrid y Roma. Si piden el rescate compro deuda. Si no, no. Cosa suya.

Algo parecido hizo hace un año Trichet, cuando España cambió la Constitución mientras Italia trampeó durante todo agosto con los ajustes. El resultado lo sabemos; la prima de riesgo italiana se desbocó y cayó Berlusconi. Zapatero también, pero en este caso lo decidieron los ciudadanos.

Hacer pública y explícita esta condicionalidad solo puede tener un objetivo político, calmar a Alemania. A cambio, el BCE no socava su independencia; más bien, la destruye completamente. Subcontrata a una negociación política decisiones que deberían depender de su propio análisis de la situación. Si cree que el mercado monetario exige tomar medidas, el BCE debe tomarlas. Si cree que no, o que la toma de medidas puede enviar señales erróneas, entonces debe abstenerse. Pero un banco central, si quiere ser eficaz y creíble, no puede supeditarse a decisiones de carácter político.

Es más, la condicionalidad comunicada hoy pervierte el proceso. Porque no vale con pedir ayuda. Ésta tiene que se aceptada. Y toda vez que no existe el paraguas del BCE, el proceso está viciado; una de las partes solo tiene una salida, aceptar el rescate, mientras que la otra dispone de todo el poder de negociación. Ya con el rescate bancario España tuvo que pasar por una negociación bilateral con Finlandia y esperar a la votación en los parlamentos de Helsinki, Berlín y La Haya. En resumen, el BCE se lava las manos y deja la crisis del euro en las votaciones de un puñado de parlamentarios. Eso es independencia, según el BCE.

En estas condiciones, España e Italia están abocados a pedir la ayuda del fondo de rescate, dado que la presión de los mercados, con el BCE de brazos cruzados, tumabrá la deuda de estos dos países sin cortapisas. De modo que mejor pedir ayuda pronto que tarde. Y habrá que negociar bajo las condiciones antes citadas.

Dicho esto, no creo que Rajoy y Monti, ni Merkel ni Hollande, desconociesen las intenciones de Draghi. Por eso creo que aceptarán pedir la ayuda, y espero que las características de ésta, tanto en términos de condicionalidad como operativos, estén perfiladas. Y, que, como algunas de ellas pueden resultar polémicas, ha sido necesaria la escena de hoy. Quiero pensar. De lo contrario, es decir, si el el BCE ha empujado a los dos países a pedir ayuda a Europa sin saber cómo, nos espera un agosto de aúpa.

Ahora, el daño a la credibilidad del banco es irreparable. ¿Alguien se imagina a la Reserva Federal supeditando sus actuaciones a votaciones en el Congreso de California? ¿Qué capacidad de acción tiene un banco central que subcontrata sus decisiones más importantes? Hoy es un mal día. Para todos, salvo para Jens Weidmann, que ha demostrado que el BCE no es independiente. Enhorabuena, Jens.

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