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La oferta de Draghi no se puede rechazar

Y la oferta no es tan mala como le ha parecido a los mercados a primera vista. Cierto que el Gobierno español y/o el italiano tendrán que solicitar al fondo (Facilidad Europea de Estabilidad Financiera) una asistencia financiera para mantener en pie sus finanzas (en forma de compra de deuda o de aval de las emisiones).

Pero en eso consistía precisamente el acuerdo de la cumbre europea del 29 de mayo de la que Rajoy y Monti salieron tan satisfechos. Los dos han insistido en los últimos días en la necesidad de aplicar aquel acuerdo de manera urgente. El BCE ha colmado sus deseos.

El trámite de pasar por el FEEF es molesto, porque hay que suscribir un Memorándum. Y peligroso, porque puede estigmatizar al país en cuestión (como ya ocurrió con el rescate de la banca española) y acercarle un poco más al abismo del rescate completo.

Pero según el acuerdo del 29 de mayo, ni España ni Italia deberían someterse a nuevos ajustes más allá de los que ya se les exigen en el marco de los procedimientos disciplinarios en curso (por déficit excesivo o por desequilibrios macroeconómicos). Para España, además, el Memorándum del 20 de julio ya incorporó esas condiciones, de modo que no necesitaría negociar un texto distinto.

A cambio de esa dolorosa firma, el Banco Central Europeo ofrece por primera vez una compra ilimitada de bonos en el mercado secundario hasta eliminar todo el sobrecoste de financiación ligado a la inestabilidad de la zona euro. En el caso de España esa intervención podría reducir hasta 200 puntos básicos (2%) la actual prima de riesgo.

Además, el acuerdo del BCE, con la significativa objeción del Bundesbank (Banco Nacional alemán), contempla la posibilidad, también por primera vez, de transformar esa compra de deuda en una inyección de dinero fresco (equivalente al Quantitative easing puesto en marcha por la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra). La medida tendría un evidente efecto inflacionista que beneficiaría a los países en números rojos (España) y perjudicaría a los acreedores (el centro de Europa).

Draghi también abrió ayer la posibilidad de que el BCE renuncie al carácter de acreedor privilegiado tras la compra de esos bonos, lo que mitigaría el efecto de desplazamiento de los inversores privados (que en caso de impago se verían relegados a cobrar por detrás de Fráncfort).

Tres cambios importantes respecto al programa original de compra de deuda puesto en marcha por el BCE en mayo de 2010: el nuevo es ilimitado, con posibles efectos inflacionistas y sin carácter prioritario ante otros acreedores.

La oferta no es perfecta y el mercado, en una primera reacción, la ha castigado. Pero Monti y Rajoy deberán releer el contrato y pensárselo dos veces antes de rechazarlo. Entre otras cosas, porque si no la aceptan tendrán que refinanciar hasta final de 20143 y a tipos de interés prohibitivo unos 300.000 millones en el caso de España y más de medio billón en el de Italia. Si sale mal la propuesta de Draghi, el rescate completo resultaría inevitable. Pero si no se intenta, será inevitable e inminente.

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