La resistencia de la industria del automóvil
El mes de julio, como el de junio, defraudó las expectativas de los fabricantes e importadores de coches. En vez de ser el principal revulsivo del calendario para el sector por la campaña estival, profundizaron en la decepción y julio registró la mayor caída de ventas en ese mes de toda la serie histórica, con un descenso de más del 17%. El pobre desempeño esperado por el sector para este año experimenta una nueva revisión a la baja, y ahora sitúa el listón de las matriculaciones en el entorno de las 700.000, la marca más modesta desde 1989, primero del que se dispone de cómputo comercial. La inminente subida del IVA, tres puntos desde septiembre, ha funcionado como un depresivo, como lo hará seguramente todo el paquete de ajuste fiscal anunciado el mes pasado por el Gobierno, en contra de quienes esperaban que estimulase un anticipo de las ventas de automóviles.
La venta de coches es un reflejo condicionado de la situación económica del país. La fuerte contracción de la renta disponible presente contrae el consumo, pero lo hace más intensamente en los bienes de consumo duradero, puesto que precisan de financiación ajena, una variable que está paralizada. Por tanto, el sector del automóvil no debería esperar una recuperación sostenida hasta que la economía hiciese un punto de giro definitivo, y debe descartar siempre los estímulos a los que ha estado acostumbrado en etapas del pasado, por muy rentable que sea fiscalmente la concesión de ayudas directas. El Gobierno debe mantener en esta materia una política de igualdad de trato con todos los sectores, pues todos soportan las embestidas de la crisis, con más o menos intensidad.
Un periodo tan prolongado de atonía en la venta de coches, paralelo en el calendario a la longevidad de la crisis, tiene además un efecto secundario evidente sobre la antigüedad del parque y la pérdida de seguridad en las vías terrestres, que no debe despreciarse.
Cierto es que el sector del automóvil, con una competencia feroz en todo el mundo, ha exprimido mucho la variable precio para expandir el negocio, y ha absorbido sistemáticamente las mejoras de calidad de los nuevos diseños en los márgenes. Pero quizás tenga que hacer un nuevo esfuerzo cuando en septiembre deba ingresar un 3% más del precio original y de sus ingresos en las arcas de Hacienda.
La industria del automóvil es determinante en España, con unos niveles de empleo, uso tecnológico y volumen de ventas al exterior imprescindibles para la economía, y la oferta ha hecho esfuerzos muy serios (empresas y trabajadores) para mantenerlos. Pero su recuperación debe esperar al resto de la economía, puesto que la naturaleza de su producción depende como ninguna otra de la evolución del empleo, la renta, las expectativas y la financiación. Todo eso que hoy en España está en el aire.