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El Estado autonómico ha muerto

"No tenemos a día de hoy otro banco que el Gobierno de España". Esta frase del consejero de Hacienda de Cataluña, el nacionalista Andreu Mas-Colell, es el fin del modelo autonómico conocido hasta hoy y el fracaso de un mecanismo financiero y político agotado. Precisará de una revisión en profundidad, bastante radical, para recomponerlo con solvencia y credibilidad. Iremos a un modelo con dos o tres velocidades, o a una federalización plena, con los riesgos de inestabilidad que tiene.

Como no puede ser de otra forma, tanto los votantes del Partido Popular como los del Partido Socialista están ya convencidos de que el tinglado político autonómico no resistirá la crisis y debe ser reformado. Lo creen el 88% de los votantes del PP y lo creen el 82% de los votantes del PSOE. Lo que hace falta es que los dirigentes de los partidos a los que le votan también lo crean y estén dispuestos a abrir en canal la legislación para hacer la estructura administrativa de España sostenible política, social y financieramente. Hoy no lo es.

No vale de nada argumentar que no lo es porque estamos pasando por la mayor de las crisis financieras que se recuerda. No es viable ni siquiera España dentro del euro si no se pone las pilas, como para serlo las comunidades autónomas, pequeños estados dentro del Estado, pequeñas naciones dentro de la nación española intregrada en la Unión Europea. España lo pasará mal para salvarse, y dependerá de Europa. Pero las comunidades dependen de España y su Tesoro para sobrevivir como se ha demostrado ya. "No tenemos a día de hoy otro banco que el Gobierno de España".

Pero bien podría darse el caso de que para salvar a España haya que sacrificar las comunidades autónomas, al menos tal como hoy están concebidas. Además de un rum rum político que corre ya por las plazas europeas que toman las decisiones, cala la idea en España de que hay que revisar profundamente el estado autonómico. Lo dice la opinión pública, y Gobierno y oposición tienen que asumirlo, así como los partidos nacionalistas, que no pueden ser ajenos a la integración supranacional, continental, a la que España se somete desde que decide entrar en el euro.

Hay varias opciones, pero ninguna resolverá el problema si pretende limitarse a retoques en el modelo financiero. Se precisan cambios políticos de calado y deben ser tomados con la debida prudencia, puesto que pueden provocar terremotos políticos de incalculables efectos en un país tan complicado como España.

Puede caminarse hacia un estado plenamente federal, tal como pretende Cataluña, que supondría replicar para todas las regiones una relación con el Estado como la que ya tienen el País Vasco o Navarra. Así, cada cual sería responsable de los ingresos ante sus ciudadanbos y de sus gastos, y haría una pequeña aportación para el mantenimiento de los servicios comunes del Estado, que se limitarían a la Defensa, la justicia y la política exterior. Qué bonito parece. Tiene una enorme dificultad, cual es renunciar a la nivelación de renta y riqueza para sienmpre, lo que generaría más desigualdades entre los españoles.

Puede caminarse hacia una reestatalización o recentralización de competencias, sobre todo aquellas que desequilibran los presupuestos autonómicos, como la sanidad o la enseñanza, y garantizar el mismo nivel de prestaciones en la primera a nivel nacional, y una enseñanza igual para todos los terriotorios. Tal como hoy está el servicio sanitario hay comunidades que no pueden cubrir el catálogo de prestaciones comunes que debe fijar el Gobierno. Y siempre existe la tentación de ser más papistas que el propio Papa, y estirar el gasto en una carrera de servicios de difícil financiación.

Esta opción sería un problema jurídico y político, teniendo en cuenta el ánimo centrífugo de los nacionalismos, y el hecho consumado del modelo deferal ya en Navarra y País Vasco.

Puede caminarse hacia un modelo autonómco a varias velocidades en el que no sea un menú a la carta la base de su construcción, sino un mecanismo ajustado a las posibilidades de cada cual y que pueda corregir las diferencias entre regiones, siempre exigiendo a las que reciben que se esfuerzen más. No es fácil, pero es lo que ya se intentó en la Constitucioón, pero que saltó por los aires porque todos querían, y todos lograron, lo que logró el que más consigiuió.

Algo hay que hacer, porque, de lo contrario, el estado autonómico es inviable, y está en manos del Tesoro, que aunque sea con auxilio europeo, puede emitir para todos. Eso sí, reduciendo todos los niveles de gasto actual, y los niveles de solapamiento administrativo. Simplemente, no lo podemos financiar.

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