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Tribuna
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Todo está concatenado

Mientras la vista se posaba únicamente sobre los diferenciales de la prima de riesgo y la expectativa de si el Banco Central Europeo (BCE) actuaría o no, y cómo, aún barajándose distintos y diferentes escenarios que iban desde la compra de deuda por los fondos hasta el rescate total, otra magnitud avanzaba sigilosa pero firme, la cifra de desempleados. El verdadero drama social y económico de este país. La crisis de la deuda sigue su curso. Impenitente, correosa, impasible, a velocidad de crucero. No se detiene ni enfría por las especulaciones y giros políticos. Eso es simplemente política. La que Bruselas y Berlín imponen, rigidez extrema, llevándola a un borde donde el abismo empieza a vislumbrarse, pero ¿por qué pagamos este tributo que nos atenaza, ahoga y, como dice el ministro, no hay ni para pagar los servicios públicos?, ¿hasta dónde tensarán la cuerda en el escenario ibérico? El resto es mercado, mercado y voracidad, sin límites, sin tregua, volátiles y agresivos. Especulación, análisis y castigo.

Van a ser unas semanas, unos días, de enormes sobresaltos, de subidas mínimas y recaídas profundas. Nadie sabe qué va a suceder. Todo se recrudece por momentos. El Ibex sigue empeñado en precipitarse como reflejo de un espejo convexo en que se ha distorsionado la imagen misma de España. Nada volverá a ser como antes, demasiado laissez faire, laissez passer, máxima histórica de los fisiócratas del XVIII, como si no fuere con nosotros. Pero sí va con nosotros. Las luces se han apagado, las reformas no terminan de llegar, y la laboral, ¿de qué y para qué ha servido? ¿De qué nos asustamos si es que nos asustamos en estos momentos? Sigamos en la pasividad indolente y en la desidia más absoluta. Y la cifra sigue subiendo, escalando su vertiginoso Everest de desestructuración, incertidumbre, pobreza, desesperanza y marginación. Más de 1,7 millones de hogares tienen a todos sus miembros en paro. ¿Sabemos realmente lo que eso significa, la angustia, la desesperación que trae a una familia? Dejemos las frivolidades y gobernar a golpe de circunstancias. Es demasiado serio y urgente. La crisis lo barre todo, lo devora todo, sobre todo a una clase política que queda fagocitada por los enveses de esta. ¿Quién tiene la solución? Lamentablemente, en estos momentos, donde la zozobra y la incertidumbre, el recorte y la austeridad, la imposibilidad de crear empresas, iniciativas y estímulos, la sensación de pesimismo, la alarma y el miedo retraen cualquier apuesta, cualquier decisión, todo inversión. Y sigue, impenitente la destrucción de empleo, la destrucción de un modelo social y productivo angosto, caduco e inerme.

Es el mercado, siempre el mercado, sin alma ni corazón, pero donde los inversores especulan, y lo hacen ya con países. Dejad hacer, dejad pasar. Luces de alarma. Es siempre el pérfido mercado, el que no censuramos cuando las cosas van bien y demonizamos cuando van mal. Es el mercado el que deja entrever las debilidades de nuestro sistema, nuestras estructuras, nuestro tejido social, económico, industrial, empresarial, productivo, débil, atenazado, sin iniciativa ahora mismo, sin crédito. Es como una catarsis que diluye el castillo sobre la arena al primer impasse del oleaje.

La reforma no ha servido, no al menos para crear empleo o mitigar una lacerante y cada vez más aguda y profusa precariedad. Ya lo dijo el ministro de Economía, se destruirían más de 630.000 empleos, con lo que sobrepasaríamos la cifra de los seis millones y la barrera del 25%. Pero un Gobierno no puede quedarse en esa previsibilidad, sino en la acción, en la búsqueda de crecimiento, de generación de empresas y trabajo. No cabe rendirse. El precio puede ser tan alto como sorpresivo. Sigue la bajada a los infiernos. Sigue el timón a la deriva. Malos datos, pésimos, terribles, en prácticamente todos los contextos, en lo político, en lo social, en lo internacional, en lo financiero, en lo económico y, por encima de todo, en lo laboral. Las cifras de desempleo arrojadas en la encuesta de población activa son dramáticas. El pozo se agranda. Vértigo, zozobra y miedo. Se sabía que este primer trimestre, como casi todos, sería destructivo, probablemente será el más alto de los cuatro. Pero ya nada es seguro, al contrario, pero este segundo es igual de nefasto.

Todo está concatenado, irremisiblemente unido, no se puede actuar en un plano si no se hace a la vez en los demás. El desbordamiento es total, el optimismo ya no existe y el pragmatismo empieza a ver no con malos ojos incluso un rescate total. Lejos de eufemismos y de medias verdades, la única realidad es que 5.700.000 españoles están desempleados y la cifra crece.

Abel Veiga Copo. Profesor de derecho mercantil de Icade

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