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Tribuna
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Quiebra del Reino de España

En el siglo XVI, el Reino de España, el imperio donde nunca se ponía el sol, se declaró tres veces en quiebra. Nuestra historia concursal como nación es abundante y parece que, al respecto, carecemos de memoria histórica.

Ahora, de nuevo, el fantasma de la quiebra planea sobre los españoles que, culturalmente, no admitimos que la quiebra-concurso es una cuestión de hecho que requiere una respuesta jurídica y, a tal fin, lo primero que hay que resolver es un problema conceptual.

Cuando una persona física-jurídica (el Estado no puede concursar) tiene deudas vencidas, no puede cumplir con sus obligaciones, solicita quita, no puede pagar las nóminas, etc., está en concurso -antigua quiebra- y para salir de ella solo tiene dos opciones: o conviene con sus acreedores o liquida.

El Gobierno acaba de tomar un sinfín de medidas drásticas de reajuste: subida de impuestos, recortes de sueldos y salarios, solicitud de nuevos préstamos, emisiones de deudas, etc. (ver las del decreto de 13 de julio), que son muy similares a las que tomó Felipe II que no debieron de servir de mucho pues a su muerte los gastos del Estado eran seis veces superiores a sus ingresos.

De la crisis que padecemos no se sale solo con drásticas y dolorosas medidas contenidas en el Real Decreto-Ley 20/2012, de 13 de julio. La experiencia nos enseña que las refinanciaciones de deuda tan solo han servido para agravar la insolvencia de los concursados-quebrados debido a que se hacían a corto plazo, sin un plan de negocio estudiado y con el único fin de salvar momentáneamente el estado de concurso.

Toda situación de refinanciación o de convenio en quiebra-concurso exige un método económico-jurídico de reasignación de recursos, no es dable recortar ni consensuar sin un plan de viabilidad que contemple no solo quién financia el acuerdo, sino con qué medios se cuenta y cómo se proyecta en el futuro; se trata de conocer quiénes van a ser los nuevos titulares de los recursos y quiénes deben arrostrar las pérdidas.

En otro caso, repetiremos la historia concursal del Reino de España y diremos con Quevedo que nuestro dinero nace honrado (en las Indias) y es en Génova (los banqueros) enterrado.

Rafael Quecedo. Abogado

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