Vaya papelón sobre el futuro de la UE
La Unión Europea siempre avanza a golpe de crisis. Eso dicen. Y si fuera así, estaríamos en vísperas de un gran salto hacia la integración del Viejo Continente a juzgar por la envergadura de la crisis actual. ¡Boom! Pero antes de lanzar los fuegos artificiales europeístas, conviene echar un vistazo al penoso papel elaborado por el minstro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, tras varios meses de trabajo con algunos de sus principales colegas europeos.
“La solidaridad debe seguir siendo un principio rector de nuestra actuación”. “Nuestra ambición es modelar las relaciones exteriores de la UE para hacerlas más eficaces que en la actualidad”. “Debemos examinar si podemos reforzar la Comisión en cuanto a su organización interna y sus procedimientos”.
Y la sarta de vaguedades continúa a lo largo de ocho insufribles páginas que pretenden, nada menos, que sentar las bases de "un debate sobre el Futuro de Europa". ¡Boing, Boom, Tschak!
El documento es el primer balance de las jornadas de reflexión lideradas por Westerwelle y en la que han participado los ministros de Exteriores de España, Italia, Polonia, el Benelux, Austria, Portugal y Dinamarca. Y a falta de conocer el resultado definitivo, todo indica que: o no han sido capaces de acordar un texto más ambicioso (mala señal); o simplemente no suman el talento necesario para soñar la Unión Europea del futuro (peor aún).
Sin caer en la cansina añoranza de los tiempos de Delors, basta volver la vista a la Declaración de Laeken (2001) que puso en marcha el proceso de la Constitución europea para comprender que el grupo Westerwelle no tiene gran cosa que aportar.
Tal vez no cabía esperar más en un momento en que Berlín y París no ruedan a la par. Pero es decepcionante que el liderazgo político de la UE tenga que asumirlo un tecnócrata como Mario Draghi, el único que desde su presidencia del BCE se permite hablar abiertamente de la necesidad de una unión política y democrática que no carezca de legitimidad ante los ciudadanos.