Las cornadas de Rajoy: tan duras como necesarias
Las cornadas que el presidente del Gobierno dió ayer a la ciudadanía, con dolor y sin placer, son tan necesarias como profundas. Sin ellas, España es inviable, como es inviable su Estado. Las cornadas del 'Rajonazo' cercenarán más el crecimiento en el corto plazo, pero prepararán la actividad para el futuro. El ajuste únicamente pone cifras a lo que todos sabemos hace tiempo: que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que somos menos ricos de lo que creemos. Este recorte, que sumado a los anteriores supera los 100.000 millones de euros, es el primer paso de la devaluación que necesitamos. Luego deben venir los precios, los costes y los márgenes.
La situación es de tal gravedad que España está paralizada en términos financieros, donde no se mueve un euro, y no porque no lo haya, sino porque nadie se fia de nadie: los consumidores no consumen, los inversores no invierten, los bancos no prestan, y todo así. Los mercados nos han sacado los colores y la simple sospecha de que toda la banca estaba tan podrida como las cajas de ahorros nacionalizadas ha servido para poner en cuestión la deuda soberana, forzar un rescate bancario y colocar el bono a diez años en el 7%.
Ese 7% es la clave de bóveda de todo. Esa es la refencia de financiación para la economía privada, pues el tipo de diez años es quien financia la economía. Por tanto, como está en valores insostenibles, hay que bajarlo a la tierra, y ponerlo en valores que permitan a la economía crecer. Y eso cómo se hace: parando la deuda pública, que es la variable que tienen que financiar los ahorros externos y que empiezan a sospechar que si sigue creciendo como lo hace ahora, no devolverá España su deuda.
Durante los tres últimos años España se ha instalado en un déficit cercano al 10% anual, lo que supone que ha cumulado treinta puntos de deuda pública sobre PIB, casi uno cada mes, un récord en Europa, con la excepción de Irlanda. Como eso es insostenible, hay que reducir a marchas forzadas el déficit para estabilizar la deuda, que deje de crecer sobre PIB, cosa que solo se logra con déficit muy cercanos a cero, para que el crecimiento nominal del PIB sea mayor que el déficit. Solo así se reduce la deuda y se restaura la confianza financiera en España.
Y eso es lo que pretende, como primera y urgente providencia el 'rajonazo' del presidente del Gobierno. Muerde en el déficit estructural, ese que no depende del ciclo, porque el cíclico solo se reduce cuando haya crecimiento. Por ello se muerde en el sueldo de los funcionarios, se suben los impuestos con severidad (el IRPF ya no bajará en enero de 2014 como prometió Mariano Rajoy), y se modifica la estructura de funciones de las administraciones públicas para ahorar el despilfarro de las duplicidades de competencias.
Duro, pero necesario. Tan necesario como duro. Bajar la deuda bajará el tipo de interés de la misma, y bajará el coste de financiación de la economía, que solo puede crecer con financiación ajena, puesto que los agentes externos están muy endeudados y carecen de ahorro interno. Por tanto, prioridad de vida o muerte, bajar déficit, bajar deuda, bajar tipos.
No todo se arreglará con eso, desde luego, pero es inevitable. Además, la Unión Europea debe poner en marcha los mecanismos de unión fiscal y bancaria que ha comprometido. Sin ello, todo puede ser inútil, porque España no caminará sola. Entre otras cosas hay que cerrar el rescate bancario y agilizar la reestructuración bancaria en España, para sanear los balances y con todos los movimientos a la vez (Estado, banca y política económica) recomponer la confianza.
El Gobierno solo ha hecho el ejercicio que hasta ahora era pura teoría y que se simplificaba diciendo que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, y que en realidad somos menos ricos de lo que creemos. Esto es la constatación de este relato. Tenemos que ganar menos, pagar más impuestos, gastar menos y ahorrar más. Solo así será el país viable y evitaremos males mayores. Hemos empezado a hacer la devaluación interna a falta de moneda, pero aún hay que reducir los costes (todos), los precios (todos), los márgenes (todos), para estar en disposición de competir de nuevo.