El arriesgado paso adelante de Rajoy
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció ayer el mayor ajuste jamás conocido en la historia contemporánea de España. Se trata de una extensa y profunda batería con elevado impacto social no por esperada menos sorprendente. Muchas de las medidas se van a encontrar con el rechazo en las calles. Pero lo cierto es que forman parte de la única senda para combatir el asfixiante déficit público y forman un conjunto que, en general, puede ser efectivo.
La fuerte subida del IVA; la supresión de la deducción por comprar casa; el recorte del sector público y la eliminación de la paga de Navidad a los funcionarios; la reducción de la prestación por desempleo; la reducción del dinero para partidos, sindicatos y organizaciones empresariales; la eliminación de las bonificaciones a la contratación; una nueva rebaja presupuestaria, y otros cambios pendientes de detalle, como las urgentes modificaciones en la fiscalidad de la energía, la subida en el tabaco o las "modificaciones en el pago fraccionado del impuesto de sociedades", son el grueso del macroajuste que Mariano Rajoy anunció ayer con una filosofía que, paradójicamente, resulta paralela a la de su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando en mayo de 2010 -y también en sede parlamentaria- este anunció un tijeretazo que también iba contra sus convicciones, pero resultaba necesario. El tiempo demostró que aquel se quedó muy corto. Es de esperar que esta nueva y dura demanda a la sociedad que lanza Rajoy cumpla su objetivo final contra la crisis. Porque lo de menos es si un dirigente que legisla contra sus principios y su programa se convierte de repente en un tecnócrata o si las medidas vienen impuestas desde Bruselas, Berlín o La Moncloa. Lo importante es si van a ser o no eficaces, si van a servir para sacar al país de ese pozo negro en el que está sumido.
Gobernar es elegir y Rajoy lo ha hecho. Este gigantesco hachazo es una apuesta muy arriesgada, porque o nos salva o nos ahoga, pero para la que no queda otro remedio. Se trata de un plan muy enfocado a las rentas centrales de la sociedad y en el que se echa de menos alguna medida concreta para la mayor colaboración de las rentas más altas -que vaya más allá de la aplicada en la subida fiscal de enero en el IRPF- y algún auxilio al crecimiento. Al margen del inútil debate sobre la contradicción que supone para el Gobierno del PP, uno de sus mayores riesgos es la fuerte subida del IVA: tres puntos de una tacada en el general, hasta el 21%, y dos en el reducido, al 10%. Los sectores más afectados ya han puesto el grito en el cielo, como si el consumo interior no fuera ya anémico y, desde luego, el IVA no va a ser el responsable de un hundimiento que ya se ha producido hace tiempo. Caso aparte merece el turismo, primera industria española, que entra en su temporada alta y cuya recaudación puede perder más que ganar con esta subida si no se modula adecuadamente. Pero que nadie dude que solo si se aumentan los ingresos y se despeja el coste de la financiación de la economía se estabilizará la deuda y se logrará embridar la hidra del déficit, algo imprescindible para que España salga del oscuro callejón en el que el retraso en actuar la ha metido.
El debate contra las ayudas a la banca es inútil. Solo si esta es sostenible funcionará la economía. De lo que se trata es de que esos 30.000 millones que estarán disponibles desde Europa se empleen con eficacia. La misma con la que Rajoy debe reforzar la batalla para que el BCE se aplique a bajar el coste de la deuda. La responsable oposición del PSOE, deseablemente extrapolable a otros campos, aumentará la fuerza de Rajoy ante la UE.
"Hoy en España crecer y crear empleo no es posible, y el año que viene continuará la situación recesiva". Este es el diagnóstico del presidente. La pregunta que todos nos hacemos es si servirá de algo tanta estrechez. Solo un impulso decidido a las empresas y su crecimiento, más allá del lejano recorte de cotizaciones sociales, nos da la solución.