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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Draghi se atrinchera en sus labores

El mercado financiero interpretó ayer que las medidas monetarias aplicadas por el Banco Central Europeo (BCE) y aquellas insinuadas para el futuro son insuficientes para resolver la crisis existencial del euro, y que en absoluto resuelven los problemas que pesan sobre su viabilidad y sobre la sostenibilidad de la deuda soberana. Aunque en la última semana los mismos operadores habían dado a entender que valoraban las resoluciones de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, ayer les pareció insuficiente el complemento que a tales medidas hizo Mario Draghi. Se había generado demasiada expectación sobre la chistera del banquero central, y se limitó a bajar los tipos de interés hasta el mínimo histórico del 0,75% y a colocar la facilidad marginal de depósito para la banca en el 0%, para desincentivar la neutralización de los recursos que el mismo banco central ha activado en sus subastas multimillonarias en los últimos meses. Parece poco, pero no lo es, porque nunca estuvo tan barato el dinero en Europa, aunque nunca las dudas sobre la recuperación económica y crediticia fueron tan elevadas.

Evidentemente, la toma de crédito sigue dependiendo de cosas muy ajenas a la ilusión monetaria que genera el dinero a coste cercano a cero y la abundancia desmedida de liquidez. Las expectativas no son precisamente las mejores en una buena parte de los países con problemas bancarios (como España) y otros muchos con un precio de la financiación real caro y condicionado por elevados niveles de deuda soberana y pocas evidencias de que se reducirá a medio plazo (España e Italia, además de los países del euro ya rescatados). Y seguramente los mercados esperaban una aportación mayor del BCE para desatascar la financiación que una relajación monetaria. Esperaban que Draghi, como otras veces, traspasase la fina frontera entre política monetaria y política fiscal. Pero el BCE, por mandato estatutario y por convicción germánica, se sigue resistiendo a hacerlo.

El banquero italiano valora las decisiones de la cumbre de hace una semana para desatascar los nudos de financiación pública y privada. Todos ellos, incluida la inyección directa de capital en los bancos con problemas. Pero alerta de que esas decisiones tienen que ponerlas en práctica los Gobiernos, empeñando algo más que su decisión política, pasando de la literatura de las cumbres a las matemáticas de los actos. Draghi, además, estima que si se habilitan los fondos de rescate, el actual y el futuro, para intervenir en los países comprando deuda primaria y secundaria, haciendo política fiscal, el papel del BCE puede seguir limitándose, debe seguir limitándose, a la política monetaria, a sus labores: vigilar la inflación en la medida de lo posible con la vara de los tipos de interés.

Ni un euro, por tanto, para comprar ni un bono de deuda de tesoros con problemas. Si es una política acertada o no lo dirán los acontecimientos en próximas semanas, en las que bien podría darse la circunstancia de tener que comenzar a comprar deuda para poner el umbral de financiación en valores razonables. Mientras tanto, los mercados, al parecer más partidarios de inundar el mercado de dinero a la manera americana, han seguido apretando la soga sobre España e Italia hasta que el BCE ceda.

Desde que en noviembre cambiase la tímida compra de bonos soberanos por el truco de la liquidez sin límite, con un billón a tres años a un 1% (y que la banca haga la labor de compra de bonos públicos), los mensajes alumbran a una solución que solo estaría en manos de los políticos. Pero en el caso español -también en el italiano-, el Gobierno ha entrado en un forcejeo con la autoridad monetaria que no ha solucionado nada, más allá de que el Consejo Europeo ha decidido dar un paso al frente para resolver el problema de la sostenibilidad de la deuda. Pero tales pasos deben quedar explícitos en plazos y, en contrapartida, los Gobiernos deben poner su parte.

La del Ejecutivo español es demostrar con cifras, no con palabras, que cumple con el déficit comprometido. Y eso pasa por un severo recorte de gasto o subida de impuestos, o una combinación de ambas cosas, para que no quede duda de que la deuda pública va a entrar en vía de control más pronto que tarde. En caso contrario, y dado que el BCE se ha atrincherado en sus labores, habrá problemas muy serios para financiar este proyecto que se llama España.

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