¿Qué puede hacer Mario Draghi por ti?
Puede que su sede esté en la fría Fráncfort y que las decisiones del BCE parezcan lejanas. Pero hay mucho pendiente de las medidas tomadas hoy por Mario Draghi, desde el precio de las hipotecas hasta la recuperación económica o el rescate total de España.
En la literatura periodística incluso se le atribuyen superpoderes. Mario Draghi llegó a lo más alto del Banco Central Europeo (BCE) en noviembre, en vísperas del ataque masivo a la deuda italiana y española, y fue capaz de controlarlo. Hizo lo que su antecesor, Jean-Claude Trichet, no se atrevió a hacer y bajó tipos en su primera reunión como presidente del BCE. Luego se sacó de la manga la barra libre de liquidez a tres años, con dos subastas millonarias que llenaron las alforjas de la banca europea. Y entonces fue coronado: Súper Mario fue su sobrenombre.
Pero sus poderes se fueron debilitando. Las presiones alemanas pasaron a primer plano y la ortodoxia se restableció. Con la deuda española incendiada, Draghi ha dejado pasar dos reuniones del consejo de gobierno del BCE sin tomar ninguna decisión de calado, incluso con una doble recesión en Europa llamando a la puerta. æpermil;l ya había hecho su parte, fue su justificación; tocaba a los Gobiernos hacer la suya e implementar reformas estructurales de calado.
Hoy, sin embargo, el superhéroe ha vuelto a la acción, aunque con superpoderes recortados. De las tres decisiones que podía tomar para cambiar el rumbo de la crisis, solo ha aceptado dos, las más alineadas con la política convencional del supervisor. Las medidas más heterodoxas se han dejado al margen. ¿Cómo afecta eso al ciudadano de a pie?
El BCE puede evitar el rescate de España: Se ha hablado mucho del programa de compra de bonos del supervisor europeo, ese que estuvo en marcha durante muchos meses del año pasado y los primeros del actual y que consiguió que las primas de riesgo de España e Italia se relajaran en dos momentos críticos: el pasado verano y el final del otoño.
Ahora, ese programa lleva 16 semanas durmiendo el sueño de los justos y así va a seguir. Pero desde España, la reactivación de las compras se percibe como la prioridad absoluta para recuperar algo de normalidad y solo el BCE puede hacerlo de manera inmediata. "En una carta a los Reyes Magos, estaría lo primero de la lista", dice Joaquín Maudos, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie.
A pie de calle, pensar en que el BCE compre deuda española puede resultar distante. Sin embargo, para muchos es la clave para que España no tenga que ser rescatada del todo. La prima de riesgo vuelve a coquetear con los 500 puntos y ese diferencial con la deuda alemana es insostenible a medio plazo. Si las medidas adoptadas en Europa no consiguen bajarla, antes o después el Gobierno tendrá que claudicar y pedir que sea el Viejo Continente el que financie sus cuentas.
Y no solo porque la prima de riesgo esté alta y a España le cueste mucho dinero financiarse, sino porque el BCE supliría la falta de demanda. En estos momentos, los inversores extranjeros han huido de la deuda nacional; llevan años vendiéndola a paletadas. Eso deja al Estado con una única vía de financiación: los bancos nacionales. Pero resulta que los balances de las entidades financieras están bien cargados de bonos soberanos y, por mucho que dispongan de la liquidez del BCE, poco más pueden ya dar de sí, sobre todo cuando lo que se está haciendo es apretar más la soga del contagio entre banca y deuda soberana. El verdadero problema no es la prima de riesgo, sino lo que eso significa. Nadie presta dinero a España. Draghi puede remediarlo y esta vez no ha querido hacerlo.
Los críticos aseguran que el programa de compra de bonos no es la solución, porque los problemas de fondos siguen ahí. Los favorables argumentan que compraría un tiempo inestimable para que los fallos estructurales se fueran corrigiendo. El BCE se ha puesto del lado de los primeros en este caso. En su comparecencia tras el consejo de Gobierno del supervisor, Draghi lo ha fiado todo a que sean los fondos de rescate los que compren deuda de los países con problemas y que lo hagan a cambio de una estricta condicionalidad (lo que equivale a medidas de austeridad y ajuste, así como un fuerte control externo, en lenguaje europeo). El gran inconveniente de esta opción es que no es inmediata y que a España no le queda demasiado tiempo, según muchos economistas. Sencillamente, puede quedarse por el camino.
El BCE puede hacer que las hipotecas bajen y que la deuda pese menos: La segunda petición de los expertos en su carta a los Reyes Magos de Fráncfort era una rebaja de los tipos de interés. Y así lo ha hecho Draghi. El BCE ha bajado tipos hasta un histórico 0,75%.
En una economía sana, las decisiones de política monetaria se trasladan directamente a la economía real. Europa, sin embargo, está enferma, así que ese mecanismo de transmisión está averiado: nadie se presta y el dinero no fluye, por muy barato que en teoría esté. Eso ha permitido a Draghi justificarse y mantener los tipos en el 1% con una recesión a las puertas. Ahora ha decidido cambiar de política.
Por mucho que la carretera esté atascada, algo de la rebaja de tipos llegará a la economía real y supondrá una presión a la baja sobre el euríbor, el índice al que están referenciadas la mayoría de las hipotecas. Siempre que no se haya firmado un suelo, eso supondrá un menor coste mensual cuando toque revisar el préstamo. De hecho, la previsión de un recorte de tipos ya ha impulsado hacia bajo al euríbor en las últimas semanas.
A ello se unen las bondades de un recalentamiento económico. No todos los países Europeos están en la misma situación y bajar los tipos de interés permitirá crear algo de inflación en los que están en mejor estado (Alemania), como lleva tiempo reclamando el FMI. Porque resulta que la inflación no siempre es mala y menos cuando la crisis actual se basa en el sobreendeudamiento público y privado. La inflación reduce el valor real de ese pasivo y hace que pagarlo cueste menos.
El BCE puede reactivar la economía: Además, como ha reiterado el premio Nobel Paul Krugman, un escenario de inflación hará que quien tenga efectivo escondido debajo del colchón lo saque a producir, ante la amenaza de que pierda valor, lo que reanimará la economía. Y eso incluye a los bancos, que en teoría ganan dinero dando préstamos en beneficio de pymes e iniciativas empresariales capaces de generar empleo, por ejemplo. Es cierto que Krugman se refería a Estados Unidos cuando hizo esa afirmación, pero también lo es que hay una parte de bancos y compañías europeas que están en esa situación y a los que un empujón no les vendría mal.
El BCE puede hacer que los bancos vuelvan a prestar: No está claro que lo vaya a conseguir, pero puede intentarlo. Igual que un escenario de inflación puede llevar a las entidades a sacar su dinero a la calle en busca de oportunidades de inversión para que no pierda valor, el BCE también tiene otra arma. Es la facilidad de depósito, un nombre que esconde la hucha donde los bancos europeos están llevando su dinero.
Y es que en Europa hay mucho dinero en manos de la banca y no está puesto a producir. En esa hucha del BCE hay cerca de 800.000 millones de euros, una cantidad capaz de hacer que la crisis pase a la historia. El problema es que los bancos sanos dueños de ese efectivo no se fían de los otros bancos y no les prestan dinero. A la vez, tampoco las entidades financieras dan crédito a empresas o particulares, así que el círculo vicioso continúa.
Pero el BCE puede hacer algo para romperlo. La facilidad de depósito remuneraba hasta ahora a un interés del 0,25% el dinero que la banca deposita allí. El BCE ha decidido dejarlo en el 0% (es decir, no pagar nada por ese efectivo) para que las entidades se lo piensen mejor antes de enterrar ahí sus fondos. Al fin y al cabo, el negocio bancario consiste en mover el dinero y sacarle rendimiento, algo que ahora no están haciendo. Quizá con menos incentivos desde el BCE se animen a mirar negocios en otro lado y vuelvan a presar. Era la tercera petición en la carta a los Reyes Magos y Draghi ha dado su consentimiento.