Un acuerdo con implicaciones
Optimismo tras la cumbre, pero también cautela. El autor explica las consecuencias para España. Habrá que asumir importantes condiciones en el sector financiero y nuevos ajustes en materia fiscal
Se comienza a tejer la tela de la unión bancaria y fiscal europea. Dados los precedentes con los que se presentaba la cumbre, hay que acoger este resultado con algo más optimismo, pero también con cautelas. La supervivencia del proyecto del euro se ha convertido en una apuesta en la que tiene que haber ganadores y perdedores y los Gobiernos, empresas, bancos y ciudadanos europeos tenemos que lograr estar en el lado de los ganadores. Los que apuestan contra el euro deben ser derrotados y este acuerdo que se ha alcanzado es una victoria en una importante batalla, pero no el fin de la guerra.
La declaración de los miembros de la eurozona para esta cumbre tiene, además, un regusto español porque en sus tres principales ingredientes España puede salir beneficiada. En primer lugar, porque se admite la posibilidad futura de que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) pueda recapitalizar directamente a los bancos de la eurozona y, de este modo, el Estado español no tenga que intermediar y asumir el déficit y deuda correspondientes. Esto, además, es importante porque rebaja la presión sobre el rating de España. Este papel del MEDE se condiciona a que se avance hacia una unión bancaria, con un único supervisor, el BCE. Ayer se hablaba de que el diseño de estas capacidades supervisoras estaría listo para octubre y que para diciembre el proyecto podría ser una realidad. Suena a un espacio muy corto de tiempo para lo que estamos acostumbrados pero, en definitiva, suena bien.
La segunda referencia a España es directa. La ayuda financiera que constituye el rescate para los bancos no tendrá prioridad (seniority) respecto a la deuda española. Esto también reduce la presión sobre el bono español. Eso sí, todo esto no quiere decir que los fondos no vayan a tener un coste, sobre todo en términos de condicionalidad. La declaración deja claro que el memorándum con las condiciones exigidas a España debe estar listo el 9 de julio y las condiciones serán, a buen seguro, duras. Queda, por lo tanto, una importante negociación por delante que es también un elemento de incertidumbre.
El tercer elemento del acuerdo es esencial pero también el que menos se ha concretado hasta el momento. Se reconoce que tanto el MEDE como el actual cortafuegos, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) harán lo que sea preciso por preservar la estabilidad financiera en la eurozona. Eso sí, bajo la condición del cumplimiento de las condiciones y compromisos de ajuste que cada país hubiera adoptado o pudiera tener que adoptar. Este tercer elemento del acuerdo es el eslabón fundamental entre la unión bancaria y la fiscal. Para apoyar a la deuda soberana -por ejemplo, permitiendo que el MEDE compre deuda soberana de forma significativa en los mercados secundarios- será preciso aceptar un calendario de condicionalidad fiscal que en el deseo de Alemania y otros países no será otra cosa que una transición hacia una unión fiscal. Aquí es donde las negociaciones serán más duras.
A partir de este acuerdo, España enfoca un nuevo horizonte en la resolución de sus crisis bancaria y de esta prolongada recesión que tiene, al menos, tres componentes: los sacrificios pendientes, la importancia de medir los tiempos y lo que supone asumir la unión bancaria y fiscal.
En lo que respecta a los sacrificios pendientes, España tendrá que asumir una importante condicionalidad en lo que respecta al sector bancario y nuevos ajustes en materia fiscal. En el sistema financiero se van a exigir planes de ajuste muy restrictivos y con mecanismos de resolución bastantes más duros a los que estamos acostumbrados. También es posible que las entidades que reciban fondos del rescate tengan que limitar sus ratios de créditos en relación a depósitos y, con ello, contribuir a reducir el excesivo apalancamiento de las mismas que, además, es fiel reflejo del exceso de endeudamiento del sector privado español que aún tiene que reducirse de forma sustancial. Otros elementos de condicionalidad bancaria -que pueden afectar a todo el sector- llegarán, pero ahora mismo todo se mantiene en el terreno de los rumores. Claro está que hay mucho en juego y que el mercado sigue de cerca estas condiciones porque una cosa es exigir y otra es ahogar y las entidades financieras españolas llevan ya tras de sí un trasiego muy importante de ajustes y reformas. Faltaba el de la recapitalización y también está llegando. Conviene fijar y cerrar esta página de las reglas a las que se tiene que someter el sector bancario español porque esta incertidumbre, entre otras cosas, está dificultando mucho su financiación en los mercados, sin diferenciación además.
En cuanto a la condicionalidad fiscal, ya se ha anunciado que vienen nuevas medidas duras de ajuste y esto es así tanto por la insistencia de Bruselas como porque los datos que se han ofrecido de liquidación presupuestaria hasta mayo no han sido favorables. Vienen más impuestos.
En lo que se refiere a la importancia de medir los tiempos, España tendrá que decidir en los próximos meses cuánto y cómo deben recapitalizarse los bancos españoles. Lógicamente sería preferible esperar a que el MEDE pudiese recapitalizar directamente a la banca por las razones ya expuestas, pero será difícil evitar la canalización inicial de la ayuda a través del FROB, al menos, hasta fin de año. En todo caso, es necesario aclarar cuánto y cómo debe hacerse cuanto antes y de forma realista.
Finalmente, ¿qué implica la unión bancaria y fiscal? En este punto hay que señalar que lo que viene de camino es una necesaria pérdida de soberanía y que, por lo tanto, Bruselas y Fráncfort van a decidir mucho más el destino de Madrid, Roma o París. Esto no solo conviene aceptarlo sino también asumir sus consecuencias.
Una advertencia final, a este programa le falta un plan de crecimiento común más ambicioso. Será ese plan el que determine que la unión bancaria y fiscal no asuma más costes de los previstos. Pero tal vez ya era pedir demasiado ayer.
Santiago Carbó. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada