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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ha llegado la hora de la verdad para Europa

Europa afronta hoy una cumbre que arranca rodeada de muchas expectativas. En un escenario de extraordinaria tensión para toda la eurozona, la reunión que comienza en Bruselas tiene como principal misión sentar las bases para construir un dique de abrigo firme y duradero que sea capaz de frenar las terribles embestidas que amenazan la supervivencia de la Unión Monetaria. La agenda que tienen ante sí los líderes europeos es compleja y ambiciosa, más aún porque para que la cita pueda considerarse un éxito deberá abordar dos problemas que están íntimamente relacionados, pero que deben resolverse en dos tiempos muy distintos: la situación de España e Italia frente a unos mercados que no dan tregua y la puesta en marcha del proceso de nueva creación -o, más bien, de reconstrucción- de la Europa del euro.

Para resolver el primero de esos problemas, el plazo es muy limitado. Como recordaba ayer el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, España no puede financiarse "durante mucho tiempo" a los precios actuales en el mercado y necesita a toda costa no solo un acuerdo sobre el futuro del euro, sino también una solución inmediata que permita aflojar la presión sobre la deuda soberana del país. De cara a la reunión de los líderes europeos, las opciones para blindar Madrid y Roma se reducen fundamentalmente a dos. La primera, que cuenta con la ventaja de la inmediatez, consiste en un consenso para que el fondo de rescate europeo adquiera deuda española e italiana y relaje así la prima de riesgo de ambos países. La segunda, que coincide con la estrategia que España mantiene ante Bruselas respecto al rescate bancario, supone reformar la regulación de los fondos de rescate de forma que puedan recapitalizar directamente la banca con problemas y romper así el pernicioso vínculo que une el saneamiento del sistema financiero con los Tesoros nacionales.

Ofrecer un salvavidas de garantías que permita a Madrid y Roma afrontar el próximo lunes una apertura de mercado en condiciones no es una cuestión que ataña únicamente a España e Italia, sino a toda la zona euro. Pese a ello, el grueso de la cumbre estará centrado en responder a tres grandes preguntas sobre el futuro de Europa: qué es lo que debe hacerse para construirlo, cómo va a llevarse a cabo y cuándo se pondrá en marcha. Se trata de un trío de incógnitas cuya resolución exigen con urgencia los mercados financieros, pero también los países del G-20 y buena parte de las economías del planeta. Las respuestas a las dos primeras cuestiones figuran en el documento que la Unión Europea ha preparado para esta cumbre: la creación de una unión bancaria, presupuestaria, económica y política real y efectiva en Europa a través de un paquete de ambiciosas propuestas que suelden de forma irreversible el futuro de los países de la eurozona. El principal escollo de esa hoja de ruta será la integración presupuestaria -que implica, entre otras cosas, la centralización del control sobre deuda y déficit público de los países e incluso la creación de un Tesoro común- porque su puesta en marcha implica una drástica cesión de soberanía nacional, además de la modificación de buena parte de las constituciones europeas.

Más allá de esas dificultades, el verdadero punto débil de la hoja de ruta que se debatirá en esta cumbre es la ausencia de respuesta a la tercera pregunta sobre el futuro de la Unión Monetaria: el calendario concreto para poner en marcha el proyecto. Una ausencia que solo puede explicarse por la persistencia de profundas diferencias entre los Estados miembros sobre la intensidad de la reforma y sobre el ritmo con el que debe llevarse a cabo. A estas alturas de la crisis, y cuando la propia supervivencia del euro se halla seriamente amenazada, todo apunta a que los líderes europeos continúan sin entender que los tiempos han dejado de ser una prerrogativa soberana y están supeditados -como tantas otras decisiones- a la acuciante necesidad de recuperar la confianza de los mercados. Ni los discursos ni los acuerdos de intenciones son suficientes ya para apagar este incendio. Es hora de tomar decisiones y de alcanzar un acuerdo concreto que permita vislumbrar hoy mismo el retrato robot de lo que será Europa a 10 años vista.

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