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El euro se la juega

Bruselas se replantea todo el sistema de rescates

El fracaso de la intervención en Grecia y el efecto contagio que amenaza a Italia obliga a la zona euro a buscar soluciones "sistémicas".

Fachada del edificio de la Comisión Europea.
Fachada del edificio de la Comisión Europea.Cinco Días

Mes tras mes el paro bate récords en los países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal). Día tras día el mercado bursátil descuenta que el rescate de la banca española capotará antes de estrenarse. Y hora tras hora la amenaza de una intervención se cierne sobre Italia. Ante esta alarmante e imparable racha, la Comisión Europea (CE) se vio ayer obligada a reconocer que la zona euro "afronta un problema sistémico" que escapa al control de los Gobiernos nacionales. Y el presidente del organismo, José Manuel Barroso, pidió que se "concrete" cuanto antes una salida, aunque reconoció, en aparente alusión a Berlín, que "no estoy seguro de que en todas las capitales se entienda la urgencia en que nos encontramos".

La respuesta sistémica que Bruselas plantea incluye, entre otras medidas, la reforma de los actuales fondos de rescate para autorizarles, como pide el Gobierno de Rajoy, a inyectar dinero directamente en el sistema financiero sin lastrar las cuentas públicas de un país. No será el único cambio. Para los países sometidos a un programa de la troika (entre los que no figura España) se contempla también una relajación de las condiciones impuestas con la intención de facilitar la recuperación del crecimiento y el empleo.

El primer beneficiado sería Grecia si las elecciones del próximo domingo permiten formar un Gobierno de amplia mayoría dispuesto a seguir acatando las órdenes de la troika (CE, BCE y FMI) a cambio de unas exigencias más suaves. La oferta parece extenderse incluso a Syriza, aunque fuentes comunitarias consideran que ese partido de izquierdas, que en el Parlamento anterior tenía solo 13 diputados, no está en condiciones de asumir la dirección de un Gobierno.

En todo caso, y salvo hecatombe en Grecia, Bruselas espera que la nueva orientación reciba el espaldarazo en la próxima cumbre del día 28 y 29 de junio. Pero falta por ahora que Berlín y París se pongan de acuerdo.

El presidente francés, François Hollande, defiende que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) recapitalice directamente la banca europea para evitar castigos del mercado como el que ha sufrido España desde que el pasado sábado se anunció el rescate de sus bancos a través del Estado. A cambio, Francia aceptaría la propuesta de la canciller, Angela Merkel, para avanzar hacia una mayor disciplina presupuestaria, con un control centralizado.

La canciller alemana, por su parte, sigue aferrada a las políticas de austeridad. Pero podría ceder porque necesita el apoyo de los socialistas (SPD) para aprobar en el Parlamento alemán el Tratado del Euro (que fija un déficit estructural máximo del 0,5%) y el Tratado del MEDE.

Las negociaciones entre el Gobierno alemán y la oposición continuaron ayer pero sin alcanzar un acuerdo. Después, los principales líderes del SPD se trasladaron a París para una reunión anoche con Hollande, con quien no coinciden totalmente pero sí en la necesidad de variar la estrategia seguida en la zona euro para combatir la crisis.

Barroso también secundó ayer abiertamente a los partidarios de dar una respuesta supranacional a una crisis que desborda la capacidad de respuesta de los respectivos Gobiernos. "Incluso cuando dan los pasos adecuados hacia una reforma, los países sufren el impacto de fenómenos que escapan a su control", señaló el presidente de la CE en una comparecencia ante el Parlamento Europeo.

La Eurocámara también se pronunció en la misma dirección, al aprobar una propuesta para crear un fondo europeo de financiación de la deuda que supere en cada país el 60% del PIB nacional (más de dos billones de euros). La iniciativa tiene escasas posibilidades de prosperar, porque se ha incorporado a una propuesta legislativa sobre disciplina presupuestaria que necesita el visto bueno del Consejo de la UE. Pero es la enésima señal política de que la mayor parte de Europa reclama a Berlín una respuesta europea a una crisis europea.

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