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Columna
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Alemania sí podría vivir con euroletras

La mutualización completa de la deuda soberana de la eurozona parece por ahora un sueño imposible. Pero la puesta en común de deuda a corto plazo podría ayudar a los países más débiles, sin incurrir en el riesgo de las pérdidas potenciales de los eurobonos. Estos conllevan dos problemas: una transferencia de riesgo del sur de Europa al norte, y a través de la eliminación de la disciplina de los mercados, podrían incitar a los gobiernos a portarse mal.

Entran en escena las euroletras, concebidas por Christian Hellwig, de la Escuela de Economía de Toulouse, y Thomas Philippon, de la Universidad de Nueva York, e incluidas en una propuesta del Parlamento Europeo de medidas a corto plazo. La idea básica es que cada país de la eurozona emita deuda a corto plazo hasta un límite del 10% de su PIB. Eso equivaldría a un mercado de 900.000 millones de euros. Las pérdidas potenciales asumidas por los contribuyentes del norte de Europa se reducirían, ya que la deuda a corto vencería antes de la posibilidad de un impago.

Las euroletras tendrían un triple efecto. Las economías débiles tendrían una bala en la recámara, los bancos serían capaces de comparar una nueva forma de deuda de bajo riesgo, reduciendo su exposición a los gobiernos débiles; y los mercados tendrían una señal de que la integración está en camino. Los países seguirían necesitando emitir deuda a largo plazo, exponiéndose a la disciplina del mercado. Aquellos que incumpliesen los objetivos de estabilidad y crecimiento podrían pagar un recargo, y afrontar la amenaza de ser apartados del programa si se portan mal una y otra vez.

Hay un riesgo de que Europa rehúya esta opción, ya que expulsar a un miembro del programa podría llevar a este a la quiebra. Pero una manera alternativa de disciplinar a los incumplidores sería usar una escala gradual de sanciones, donde un país que no cumpla con la reforma o el recorte de gastos perdería parte de su cuota de euroletras. Para Alemania significaría financiarse a un coste superior, pero es que ahora Berlín no paga casi nada a un año. La normalidad tendrá un precio.

Por Neil Unmack

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