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Tribuna
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Sobre la propiedad intelectual creativa

Estos días se ha vivido en Estados Unidos un interesante juicio entre Google y Oracle que podríamos calificar, sin miedo a equivocarnos, como choque de gigantes. Larry Ellison, fundador de Oracle, acusaba a Google de infringir los derechos de propiedad intelectual de su compañía a través del uso que el sistema operativo para teléfonos móviles Android hace del código de Java, propiedad de Oracle.

Esta disputa entre dos grandes compañías, sobre la que se ha pronunciado hace pocos días un juez estadounidense, desestimando el reclamo de Oracle contra Google y rechazando el principal argumento de la firma, significa un nuevo golpe para Oracle en su demanda contra Google, por la que buscaba una indemnización de casi 800 millones de euros.

Un juicio que, aunque muchos teníamos claro cuál debía de ser el resultado, parece que no fue tan evidente para el jurado, que entre que no llegó a ponerse de acuerdo sobre temas claves y que determinaron que no estaba claro eso de que Google infringió dos patentes de Oracle, se dio carpetazo a este juicio y otros que pudiera estar pensando Oracle para el futuro. De este modo, se elimina totalmente la capacidad de Oracle de buscar un nuevo juicio contra Google en un tribunal federal en San Francisco.

Pero, más aún que el resultado de este atípico juicio, lo que me llama la atención es la argumentación de Larry Page, consejero delegado de Google, durante el juicio. Page argumentó que en su día trataron de licenciar el producto y que, al no lograrlo, "decidieron continuar por su propio camino". Según denuncia Oracle, ese "camino propio" es, simple y llanamente, hacerse con las partes que necesitaban, ya que el acuerdo no había sido posible. En otras palabras, llegaron a un acuerdo del tipo lo cojo, y punto.

Google ha tenido desde sus inicios una interpretación muy creativa de los derechos de propiedad intelectual e industrial. En 1996, cuando la empresa era solo un proyecto universitario, sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin, eran conocidos entre los profesores de la Universidad de Stanford por coger prestado para su proyecto todo tipo de componentes electrónicos y ordenadores que encontraban en los almacenes de la universidad, bajo la premisa de que, si nadie los utilizaba en ese momento, podían usarlos en usufructo. De ese modo, si alguien los echaba en falta, que los buscara y se lo dijera. Esa curiosa interpretación de la propiedad, que ya tenían desde un primer momento los jovencísimos fundadores de la empresa, fue acrecentándose con el tiempo. Basta con echar la vista atrás y tirar de hemeroteca para ver los similares problemas de propiedad intelectual que se les presentan en múltiples servicios de la empresa.

Por ejemplo, Google News tiene decenas de denuncias por parte de medios de comunicación, agencias de noticias y fotógrafos por uso y distribución no autorizada de propiedad intelectual de terceros.

El buscador de Google indexa y muestra en su página de resultados información extraída de otros soportes, como direcciones, críticas de restaurantes, hoteles o teléfonos, lo que hace que el usuario no acceda a los titulares de los dominios que las albergan, sino que proporcionan un servicio cuyo mérito y negocio se atribuye al buscador.

Youtube.com alberga y distribuye archivos de vídeo de proveedores de contenidos a los que se les indica que se trata de un hecho incontrolable, y que siempre pueden solicitar la retirada de lo que consideren que es suyo. Así, por ejemplo, en España e Italia tienen procesos abiertos con Mediaset o, a nivel internacional, con Viacom, entre otros muchos.

Por su parte, Street View reproduce sin permiso y distribuye imágenes de propiedades privadas por todo el mundo.

Esta interpretación creativa de la propiedad ajena, ante la envergadura del rival y el tamaño de su departamento legal, termina en múltiples ocasiones en acuerdos comerciales para evitar costosos juicios. Ese no ha sido el caso de Oracle. El resultado del juicio, en el que un consejero delegado de la magnitud de Larry Page reconoce que cuando quiere algo, lo consigue y queda totalmente libre de toda culpa, es algo que pensaba que solo podría ocurrir en mis pesadillas, pero no, parece ser que en algunos lugares pesa más el apellido que el delito.

Alejandro Suárez. Autor de 'Desnudando a Google'

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