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De la complacencia a la fatalidad

No tiene nada de malo tirar una moneda a la fuente y pedir un deseo. Lo malo es creer que se va a cumplir. Y actuar en consecuencia. Es un tópico recordar a estas alturas la etiqueta de "la banca más solvente del mundo", puesta con la misma alegría con la que se dice que la Liga española es la mejor del mundo o que el mejor pescado de España se consume en Madrid.

Tampoco tengo muchas ganas de enredar con ello, pero la complacencia con la que ha operado el sector bancario patrio en los últimos años es la causa principal de que no haya abordado el origen último de sus problemas, es decir, la burbuja inmobiliaria. Cabe recordar la comparecencia de hace poco más de un mes del gobernador del Banco de España. Lo que hace falta para que fluya el crédito es... ¡Demanda solvente! Tesis lanzada desde los dos grandes: nosotros no tenemos la culpa de vivir en un país de desharrapados. El problema de verdad, por lo que la prima estaba en 400 puntos, es porque no se había hecho una reforma laboral. Acabáramos.

En 2010 asociaciones de vecinos de Salamanca se manifestaban contra la fusión de Caja España y Caja Duero. Estas espontáneas demostraciones de afecto, generalizadas en nuestra rica geografía nacional (he encontrado antes el enlace de Salamanca, es solo un ejemplo que espero no ofenda a los salmantinos), a veces, iban de la mano de los intereses de los políticos locales. Única forma de entender el culebrón de las fusiones de cajas que hoy, cinco años después de la crisis, sigue en marcha.

Tampoco, a estas alturas, voy a descubrir nada de Bankia. De cómo se juntaron varias cajas de dudosa salud para dar lugar a una gran caja de dudosa salud pero, eso sí, cotizada en Bolsa. Solo me voy a permitir recordar un hecho. Cuando a principios de este año Rodrigo Rato dijo que su caja pujaría por Unnim. Por lo visto no había nada mejor que hacer en Bankia que andar comprando bancos por ahí... Eso sí, después de deshacerse de Banco de Valencia, que por lo visto molestaba. En noviembre de ese año, cuando Olivas fue purgado, la Generalitat hablaba de la "valencianidad" de Bankia. Hace 15 días Barberá pedía una reunión con Goiri para "trasladarle ese sentimiento de valencianía que debe incardinar todo lo que es Bankia"...

De la complacencia se pasó a la fatalidad. Como si fuese un fenómeno meteorológico. O sobrenatural. En pocos días, Bankia estalló, Rato fue invitado a marcharse y Bankia entró en una orgía de miles de millones de euros. 7.000, 10.000, 15.000 y al final, 19.000, ayudada quizá por un Guindos que aseguró que los españoles pondrán todo el dinero que haga falta. Nunca fue más apropiada la expresión de tirar con pólvora del Rey.

De los 19.000 millones, 7.000 corresponden a los saneamientos obligados por el último decreto de reforma financiera. Los otros 12.000 proceden de conceptos un poco más difusos, como otros saneamientos, puesta en valor de participadas (algo que no es obligatorio) o saneamientos derivados de un "análisis estresado del resto de la cartera". 

El señor Goirigolzarri quiere curarse en salud y que, dado además que le han dicho que hay barra libre, pide de sobra, por lo que pueda venir. Lo puedo entender. Otra cosa es que a los gestores del dinero público, que andan con miramientos por si acaso la gente, va a clase o investiga por encima de sus posibilidades, les dé igual poner 7.000 que 19.000 millones de euros.

Ojo, la idea tiene una cierta lógica, aun perversa: mejor ponerse colorado un día que amarillo durante meses. Pedir dinero de una vez y cerrar el tema. Lo malo es que no cuadra. No cuadra con la lógica de la complacencia. Con la lógica de ese sistema financiero libre de mácula cuyo problema es la demanda solvente. Con esa Bankia con capacidad para ir de compras por Cataluyna o con la importancia de incardinar su valencianidad.

Pero, sobre todo, no cuadra con la experiencia ni con el discurso oficial. Que a nuestros gobernantes les dé igual la indignación que genera Bankia es algo que doy por supuesto; que les de igual lo que opinen los inversores es otra cosa. Y yo, si fuese inversor, no entendería que el Gobierno diga un día que no habrá más dinero público para la banca, que al viernes siguiente intervenga de facto una entidad, que diga que son 7.500 millones, que después sean 19.000, que aún no sepamos cómo se va a poner el dinero o que aún no sepamos qué demonios pasa con las otras entidades nacionalizadas.

No entendería nada de eso. Y, por si fuera poco, vista la experiencia (CAM, Banco de Valencia...) sacaría la conclusión de que pueden llegar más sorpresas. Una vez establecida esta convicción, no hay dinero que pueda combatirla. 

Si el Gobierno compra la idea de mejor colorado hoy que amarillo todo el día, entonces mejor que calcule cuánto dinero hay que poner, que lo diga y que lo ponga encima de la mesa. O que se lo pida a Europa. Pero, en fin, que cierre el tema. Si, por el contrario, quiere mantener la tesis oficial de que no estamos tan mal, que está todo controlado y que los rescates son un mal menor, ¿por qué se le da barra libre a Bankia?

Yo, por mi parte, creo que dado que España ya no tiene crédito alguno, no pasaría nada porque quien puso dinero en bonos de Bankia cubra parte del agujero, en vez de los que pagamos impuestos. Pero tampoco me hago muchas ilusiones, la verdad. 

Música contra la crisis. The Cure. Just like heaven. Viene bien una canción como ésta un día como éste.

gueme en Twitter @Nuno_Rodrigo5 o pinchando aquí

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