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Columna
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Los bonos de la discordia

La cumbre sobre el crecimiento no ha acabado con la confrontación entre París y Berlín en el tema de los eurobonos, que Francia apoya y a los que Alemania se opone, de momento. La principal razón es que es difícil estar de acuerdo o en desacuerdo sin un punto en común sobre en qué consistirían los bonos.

Los eurobonos son a veces concebidos para aglutinar de forma general e incondicional la deuda de la Unión Monetaria. Pero los responsables del Gobierno francés han dejado claro que no es lo que tienen en mente, sin presentar una propuesta alternativa. Mientras, el resto de participantes en el debate parecen tener su propia idea de lo que debería ser un eurobono.

De algún modo, los eurobonos ya existen: la deuda emitida por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) podría ser descrita como tal. Los limitados bonos-proyecto que la Comisión Europea ha propuesto para financiar proyectos de infraestructura podrían igualmente ajustarse a la definición. La Comisión también ha sugerido tres versiones diferentes de lo que llama bonos de estabilidad. Varios think tank e incluso el consejo de expertos económicos de Angela Merkel han llegado a más variedades.

Finalmente, están los bonos que el FEEF o su sucesor, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, tendrían que emitir si pudieran inyectar capital directamente en los bancos de la eurozona con problemas, algo que se debate. Pese a que la propuesta se ha encontrado con la oposición alemana, otros países no descartan la idea de que Merkel acabe convencida. Después de todo, no requeriría de los Gobiernos destinar nuevos recursos, y cualquier apoyo seguiría estando condicionado a que los países mantengan su estricta disciplina fiscal.

Alemania y Francia pueden acabar chocando frontalmente en los eurobonos. Pero siguen lejos del punto importante. Antes de que puedan estar en desacuerdo, primero tienen que acordar de qué están debatiendo.

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