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Evitar un segundo caso Bankia

La reforma financiera, la cuarta, para sanear el sistema bancario, no me parece mal del todo. No es la ideal. Y, como ya dije el viernes, se queda a medio camino, y probablemente cuando estas entidades de nombre extranjero (condición imprescindible para ser considerado un experto independiente) terminen la auditoría del ladrillo que está en el balance bancario, hará falta más capital. Hoy dos compañeros escriben que la banca se está haciendo la idea de que quizá haya que pedir dinero a Bruselas.

Tengo más dudas sobre el día después de la publicación en el BOE. Sobre el día de hoy, por poner un ejemplo. O el de mañana. Sobre qué pasará después. Hasta el momento la banca se ha enfrentado a los distintos exámenes de solvencia como un estudiante perezoso, de los que estudia a última hora el mínimo imprescindible para no suspender y, superado el examen, vuelve a la pereza. Y eso, cuando el profesor ha destacado por su bajo nivel de exigencia y por perdonar a los alumnos, incluso a los más díscolos, gamberradas de todo pelaje.

Está bien que se obligue a los bancos a provisionar crédito al ladrillo teóricamente sano. Con datos del Banco de España, el crédito a actividades inmobiliarias ha pasado de 324.000 millones en marzo de 2009 a 298.000. La caída es algo superior a la del total del crédito a actividades productivas (un 9% frente al 7%), pero ese descenso de 25.000 millones no termina de casar muy bien con la acumulación de ladrillo en los balances de la banca. Si los bancos suman unos 85.000 millones en casas, suelo y armazones de hormigón es porque se han cancelado los créditos respaldados por estos activos. Por resumir: durante el crac de la burbuja inmobiliaria los bancos han elevado el crédito al ladrillo al prorrogar y refinanciar préstamos con problemas para que no entren en morosidad.

La elevación de provisiones para los activos adjudicados no hizo sino agudizar los incentivos a esta patada a seguir. La reforma del viernes cambia totalmente el panorama, al obligar a que estos créditos estén también provisionados. 

La auditoría externa intenta despejar las dudas sobre el valor real de esta cartera inmobiliaria. La segregación de estos activos en vehículos de inversión especiales tiene, además, todo el aspecto de ser el paso previo a una recapitalización. Porque, probablemente, la auditoría obligue a recalcular estas valoraciones. De nuevo, sobre el papel la reforma parece correcta.

Ahora bien, esto no es más que corregir dos graves errores de las reformas precedentes, que han agravado la desconfianza sobre el sector. Una desconfianza justificada. Si yo tengo dudas sobre los balances de la banca y las refinanciaciones de ladrillo, más dudas tendrá un inversor extranjero.

Por si fuera poco, la reforma se ha lanzado por presión exterior, no por voluntad propia. Y, además, la banca española ha vuelto a salir del paso (y van cuatro veces) asegurando que apenas necesita dinero, que cumplirá las exigencias y que apenas necesitará capital adicional... Decía Manel Pérez en La Vanguardia que, o bien Guindos presenta como dura reforma lo que es un ajuste contable, o bien es la banca la que no presenta una imagen fiel de su situación. 

Por eso tengo dudas acerca del día después. Lo normal sería que, esta vez, y ante la certeza de que el mercado no va a dar muchas más oportunidades, el Banco de España y el Gobierno forzasen a la banca a vender, de una vez, los pisos que tienen en cartera y que no han querido vender en los últimos tres años. Aun a bajo precio. Bajo la amenaza de que la auditoría será tan dura como el mercado, y de que aquel que necesite ayudas será intervenido. 

Sería el momento de forzar que los créditos problemáticos que puedan quedar se declaren como tales. De que venda cartera crediticia para aligerar balance. El momento de que, de una vez por todas, las entidades que han hecho una peor gestión del riesgo dejen de recibir a modo de premio dinero público a fondo perdido. [por mucho que se empeñe el Gobierno, si una entidad no es solvente por sí sola hoy, no será solvente mañana como para cubrir las provisiones y, además, devolver un préstamo a un tipo del 10%]. 

Hasta el momento la tendencia ha sido la opuesta; esperar a que el problema se solventase poco a poco. En realidad, poco a poco se ha agravado. Los próximos dos meses, mientras se realiza la auditoría, el sistema financiero español tiene que sacar todos sus esqueletos del armario. Un nuevo caso Bankia sería devastador.

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