Hollande y Merkel miran hacia Grecia
Con el crecimiento en el menú y Grecia en sus mentes, François Hollande y Angela Merkel tienen razones para ahorrarse las sutilezas usuales en una primera reunión. El presidente francés eligió volar a Berlín en el día de su investidura, y no solo porque quiera suavizar las asperezas de la campaña electoral. Su viaje es también un reconocimiento de que hay un incendio en la casa del euro: ni Francia ni Alemania pueden permitirse el lujo de perder el tiempo antes de apagarlo. Lo mejor que ambos líderes pueden decir de Grecia después de su reunión es nada. Merkel, porque cualquier declaración echaría más leña al fuego heleno. Hollande, porque en este momento solo podría decir algunos tópicos.
Ambos líderes tienen el reto de una renovada crisis. Hollande debe ir más allá de la retórica sobre la necesidad de políticas de crecimiento en Europa: las iniciativas que tiene en mente son irrelevantes para el riesgo de una salida de Grecia del euro. Para Merkel, el reto es evitar que su rigidez con la austeridad griega sea el mayor obstáculo de la formación de su Gobierno.
Una conversación productiva daría lugar a otra agenda. O los griegos pueden al fin formar un Gobierno capaz de negociar con sus acreedores o llegar a un acuerdo resulta imposible y Grecia se encuentra fuera del euro. Entonces, debería estar preparado un plan de contingencia. Un acuerdo será difícil de alcanzarse si crea un precedente para los Gobiernos descontentos dispuestos a renegar de los compromisos alcanzados a cambio de la ayuda. Pero la oposición socialdemócrata de Merkel, impulsados por sus recientes victorias electorales, están pidiendo algunas políticas de crecimiento. Por ello, la canciller debería estar dispuesta a hacer algunas concesiones.
El peor escenario todavía puede ser esquivado. Pero sería inconcebible que ambos líderes no lo planifiquen.