Jóvenes preparados y dispuestos a emprender
Algunos de los empresarios españoles más precoces y exitosos cuentan cómo lograron triunfar y los retos a los que se enfrentaron.
Ser joven en España es hoy en día estadísticamente temerario desde el punto de vista laboral. Más de la mitad de la población activa con menos de 25 años está en el paro, y la cifra no mejora demasiado si se sube el listón hasta los 30 o 35 años. Los contratos temporales y unos salarios cada vez más exiguos, a menudo al nivel de la remuneración de los becarios, acaban de completar el escenario con el que tienen que lidiar quienes ahora se están empezando a incorporar al mercado de trabajo.
Pero hasta el panorama más negro cuenta con matices grises y hasta blancos. Incluso ante este desolador escenario existen historias de éxito, que devuelven el optimismo, aunque sea de forma momentánea, a una generación que algunos ya dan por perdida. Montar una empresa, o más bien lograr que ésta se convierta en una experiencia exitosa, no es fácil, pero tampoco imposible. Como tampoco lo es que un veinteañero, incluso un estudiante de instituto, pueda alcanzar triunfar al albor de una buena idea convenientemente plasmada en un negocio contante y sonante.
Desde luego no son mayoría, pero hay varios casos de jóvenes emprendedores que han alcanzado prestigio internacional por méritos propios. Quizá el más mediático de ellos, conocido por muchos gracias a sus apariciones en los programas televisivos de Andreu Buenafuente, es Pau Garcia-Milà. Tenía 17 años cuando él y unos compañeros de instituto empezaron a tramar una idea: crear un sistema operativo libre. Al ver cómo empezaban a surgir aplicaciones en la nube, como por ejemplo Flickr (para fotos), se les ocurrió montar un escritorio de trabajo en ese mismo entorno, de manera que los usuarios pudieran contar con sus aplicaciones habituales, con independencia del dispositivo o terminal empleado.
"Empezamos la empresa trabajando en nuestras propias casas. Nos pagábamos los servidores de EyeOs la compañía que fundaron en 2007 con el dinero que ganábamos haciendo páginas web para otras empresas", cuenta por teléfono desde su céntrica oficina de Barcelona. "Cuando publicamos nuestro trabajo en internet no tuvo buena acogida, se decía que era una tontería. Pero poco después explotó el boom del cloud computing y nos hicimos conocidos", dice sin ocultar una tenue carcajada. "Hoy tenemos a 55 empleados, y la gente descarga nuestros productos en más de cien países", apostilla.
Garcia-Milà, que a sus 24 años es hoy un veterano empresario y programador, no solo rompe los cánones por su temprano éxito, sino también por su inusual currículum: ha estudiado dos executive master (Cambridge y Esade)... sin estar licenciado ni diplomado.
Antes, incluso que el desarrollador de EyeOs, empezó el valenciano Pep Gómez. Puso en marcha su primer negocio a los 14 años (Mewid, una herramienta para el servicio de microblogging), y a sus 19 ya tiene a sus espaldas cuatro empresas, la última de ellas con casi una veintena de empleados en nómina y con una primera ronda de inversión ya cerrada. Su creatividad y dominio del software no tardaron en llamarle la atención a Bernardo Hernández, fundador de empresas como Tuenti o Idealista.com y actual director de productos de Google. Le ofreció ir a formarse a Silicon Valley, y allí está ahora mismo el joven emprendedor, que también ha ganado una beca completa de Esade para realizar uno de sus programas para ejecutivos más prestigiosos.
Javier Agüera, también de 19 años, es otro de los emprendedores tecnológico de moda más jóvenes. Hasta la fecha ha impulsado tres start-ups, la última de ellas Geeksphone, una empresa fundada en 2009 que fabrica teléfonos móviles de gama alta a un precio asequible, y que en 2010 fue la primera compañía europea en lanzar un dispositivo con sistema operativo Android. Todo ello, por cierto, a la vez que cursa sus estudios de ingeniería de telecomunicaciones.
Una carrera de obstáculos
Para poder relatar la historia de un éxito a menudo hay que haber experimentado anteriormente el fracaso (pese que a los protagonistas de estos ejemplos no les haya dado tiempo a ello dada su temprana edad).
Quienes han montado su negocio, pero todos aquellos que se dedican al emprendimiento (aceleradoras, fondos de venture capital, etcétera), suelen señalar que en España hay una auténtica aversión al fracaso, algo que no está nada bien visto.
"El entorno te invita a no emprender. Tus padres y tus amigos son los primeros que te recomiendan no embarcarte en proyectos nuevos. Si uno monta un negocio puede acabar teniendo una deuda, ¡pero también puedes hacer mucho dinero!", señala Garcia-Milà.
Lo mismo opina Álvaro Fernández, un emprendedor más mayor que el fundador de EyeOs (tiene 39 años) pero que goza de una reputación que está un escalón por encima del catalán. No en vano, es uno de los dos españoles (junto al socialista vasco Eduardo Madina) incluidos por el Foro Económico Mundial en su lista de jóvenes líderes mundiales. El cofundador de SharpBrains, compañía dedicada a la elaboración de programas destinados a la mejora de las funciones cerebrales, considera que Estados Unidos, país en el que montó su negocio, "hay una cultura y un ecosistema muy fuertes fomentando la innovación y el futuro, lo opuesto al contrato indefinido". También destaca de su país de acogida, "la integración y colaboración entre ámbitos como la ciencia, la tecnología, los negocios y la innovación social".
Para vencer el tabú social al riesgo habría que fomentar la cultura del emprendimiento entre los más jóvenes. En eso coinciden cuantos han iniciado un negocio por sí mismos. Eso es lo que está promoviendo en su Irlanda natal Jerry Kennelly, presidente y fundador de Tweak.com, una plataforma online que ofrece a sus clientes la posibilidad de confeccionar de forma fácil e intuitiva sus propios anuncios de prensa y otros elementos de marketing. "Se empiece un negocio a los 16 como a los 30, los problemas a los que el emprendedor se va a enfrentar son los mismos. Cuanto antes se familiarice con los mecanismos del mercado y sus leyes básicas, mejor le irá en un futuro", aseguró esta semana en Madrid, donde fue invitado a unas jornadas sobre emprendedores, organizadas por el IE Business School. De ahí que Kennelly, junto con otros empresarios irlandeses, hayan impulsado en su país varios concursos, destinados a incentivar ese espíritu empresarial entre escolares adolescentes y preadolescentes.
Este tipo de competición también existe en España: desde la que organiza Junior Achievement hasta las que promueven las escuelas de negocio o incluso varias universidades.
Financiación y burocracia
Hay otro obstáculo que tampoco se puede obviar: el burocrático. Pau Garcia-Milà lo considera el principal, el que más quebraderos le dio a él y a sus colegas cuando montaron EyeOs. En cuanto al más obvio, la financiación, hay consenso: si la idea es buena, siempre habrá alguien dispuesto a poner dinero. En este sentido, Ali Partovi, inversor estadounidense que apostó en su momento, entre otros, por DropBox o Facebook, destaca que "en el mundo de la tecnología es muy fácil ver si una idea tiene o no potencial de mercado". Sostiene, además, que "las sumas de dinero necesarias para crear una aplicación son muy pequeñas". En este sentido, los inversores o aceleradores de empresas deben jugar un papel casi de juez: "debemos detectar, y hacerlo saber cuanto antes, si un negocio va a funcionar o no. Tenemos que acelerar el momento de decidir si se cierra el negocio o se sigue con él".
Pau García-Milà. Un expulsado en Cambridge
"Empecé la carrera de ingeniería informática, pero me expulsaron porque no iba a clase. Entonces creía que no volvería a estudiar nunca. Al cabo de poco tiempo obtuve una beca para estudiar en Cambridge un executive master. Y cuando volví a Barcelona me invitaron a ser el primer becado de Esade Entrepreneurship Institute. Total: que he acabado estudiando dos executive master sin tener ninguna carrera".
Así resume Pau Garcia-Milà su formación académica. Montó su empresa junto a unos compañeros de clase mientras estudiaba en el instituto. Tenía 17 años. Hoy tiene 24 y, además de contar con un negocio exitoso, ha sabido proyectar con acierto su imagen pública. Acaba de publicar su segundo libro, Optimismamente, y no es raro oírle en conferencias y jornadas relacionadas con tecnología o con el mundo del emprendimiento.
Sus apariciones en el late show de Andreu Buenafuente acabaron de catapultar su presencia mediática, bien nutrida por su espontaneidad, su desenfrenado optimismo y la capacidad de encontrarle a las cosas un punto de vista alternativo.
Sabe muy bien cómo manejar su agenda pública. "Lo importante es no parar, porque cuando te centras en una sola cosa bajas en muchas. Un emprendedor tiene que ser muy bueno en lo que hace, pero también buen comunicador", reconoce.
Sorprende también la sencillez con la que cuenta su experiencia vital, que él no considera nada del otro mundo. Su empresa "fue surgiendo sobre la marcha". Por aquel entonces (2007) se levantaba sobre las 9.15 horas y a las 10.00 ya estaban trabajando. Hasta las diez de la noche, parando dos horas para comer. "Seguramente ahora parece ridículo, pero la pausa para merendar viendo El Diario de Patricia era totalmente necesaria", lee un post de su página web (www.paugarciamila.com).
Cómo se ve en 20 años? "Espero que trabajando. De lo que más orgulloso me puedo sentir es de que a mi edad tengo trabajo y estoy independizado, algo infrecuente entre mis amigos. Con el paro que hay, estar empleado es un lujo".
Álvaro Fernández. Curiosidad, versatilidad y paciencia
Era un excelente pero desconocido profesional hasta que el Foro Económico Mundial (también conocido como el Foro de Davos) le incluyó el año pasado en su lista bienal de los 200 jóvenes líderes globales, definidos por la propia organización como "los líderes más extraordinarios del mundo". Fernández fue el único empresario español en el ranking. Para entrar en dicha lista hay que tener menos de 40 años y destacar en algún ámbito como la economía, la política, las artes, la cultura o la sociedad civil.
Fernández, bilbaíno de 39 años, estudió en Deusto y en Standford. Empezó como analista en McKinsey y cinco años después ya ejercía en la dirección de compañías, primero SumTotal Systems y luego Edusoft. En 2005 se lanzó, junto a su socio Elkhonon Goldberg, a fundar su propia empresa, Sharpbrains. Se trata, según la definición del propio Fernández, de "la primera firma independiente de investigación de mercado dedicada a aplicaciones relacionadas con la neurociencia".
"Me sentía algo estancado en mi empleo anterior, y veía una oportunidad gigantesca de aplicar a la educación, el entretenimiento y la salud, el conocimiento creciente sobre cómo funciona el cerebro", apunta desde Washington. ¿Qué se necesita para emprender? Lo tiene claro: "Para montar un negocio hace falta curiosidad, versatilidad, persistencia y mucha paciencia, sobre todo si nuestra actividad se centra en solucionar problemas de fondo (lo contrario al pelotazo)".
La opinión del inversor
¿Qué papel juegan los business angels y los aceleradores de empresas en el emprendimiento? La respuesta rápida es lapidaria: su función reside en acelerar al máximo el momento de decidir si vale la pena o no seguir invirtiendo en un proyecto dado. "Es importante que los emprendedores cumplan los tiempos a rajatabla: si no consiguen financiación en tres meses para su proyecto, mejor que lo abandonen", sentencia Gary Stewart, director ejecutivo de Wayra. "Nuestro papel es ofrecerles, de la forma más barata posible, las herramientas para que vean si su proyecto puede pasar de ser una buena idea a plasmarse en un negocio concreto". Y añade: "Las buenas ideas salen adelante".