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¿Es el pago a proveedores una política de estímulo?

El Gobierno considera que el pago a los proveedores a las administraciones públicas debe considerarse una iniciativa de estímulo a la economía, de hecho, la única que habrá al menos durante todo este año de ajuste fiscal. Pero no hay que olvidar que mucho dinero servirá solo para pagar otras deudas en toda la cadena de proveedores, y que en muchos casos el acreedor habrá muerto como empresa. Pondrá cuentas al día, pero no es una línea de crédito para nuevos proyectos.

"Muerto el burro, la cebada, al rabo", decimos en Castilla. Ese aserto bien vale para ilustrar el efecto que tendrá una buena parte de ese dinero sonbre la cadena larga de proveedores de los proveedores de las administraciones públicas. En muchos casos será oxígeno que llega cuando el enfermo ha dejado ya de respirar, cuando los impagos y la fuerte caída de la demanda habrá provocado cientos y cientos de cierres de pequeñas empresas.

En otros muchos casos servirá para reanimar al enfermo, aunque difícilmente será liquidez suficiente como para comenzar nuevos proyectos de inversión. No nos olvidemos que este flujo de dinero no es crédito, sino deudas aplazadas que en muchos casos las empresas habían empezado a considerar que no cobrarían nunca. Hay que recordar que en los cajones municipales había facturas emitidas ...en pesetas, facturas del siglo pasado, cuando estamos en 2012.

No habrá, por tanto, empresas que acometan nuevos procesos de inversión por el simple hecho de que su cliente habitual haya empezado a pagar, entre otras cosas proque, aunque pague, no mantendrá el nivel de demanda previo a la crisis. Se trata de clientes del sector público, que tienen encima el control de la intervención general y del Ministerio de Hacienda, con la recomendación obligada de que no se gasta nada que no se ingresa.

En términos cuantitativos se trata de mucho dinero, aunque solo llegue a los 27.000 millones de euros hasta ahora reconocidos de deudas públicas con proveedores. Es tanto dinero como se gastó en el Plan E, que no sirvió sino para enmascarar un año la crisis y prolongar ciertos miles de empleos artificiosamente. De hecho, este dinero que ahora aporta la banca con el aval del Estado servirá para pagar muchas de aquellas facturas del Plan E que se quedaron sin pagar en cientos de ayuntamientos.

El principal muro con el que choca la economía sigue siendo con una demanda paralizada, que no se despajará hasta que las expectativas de los agentes económicos se tornen favorables. Solo entonces se movilizará la inversión, aunque en principio deberá sobrevivir con los recursos propios, y no pueden ser muchos porque los grados de endeudamiento de las familias y las empreas es elevado. Pero se puede crecer, aunque poco, sin crédito.

El crédito bancario solo volverá cuando se sanee el sistema financiero y haya aligerado sus balances de la porquería inmobiliaria, sobre todo de la más tóxica, la que no vale nada y cuesta mucho, como el suelo o las casas en promociones abigarradas de las costas. Los mensajes de los mercados financieros van en esa dirección: siguen apuntando a la banca como el principal problema financiero, como la gran amenaza, y el Gobierno, el Banco de España y la propia banca deben buscar soluciones imaginativas no gravosas para el contribuyente para salir de este atolladero. Deben hacerlo pronto para no convertir la recesión en una gran depresión que amenaza con prolongar en el tiempo demasiado esta situación.

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