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Columna
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Portugal no es una nueva Grecia

Portugal puede evitar convertirse en una nueva Grecia. Hay una fuerte probabilidad de que Lisboa no sea capaz de financiarse por sí misma en los mercados financieros en la segunda mitad de 2013, como preveía en el plan de rescate del país. Sin embargo existe la posibilidad de que Portugal no tenga que forzar pérdidas en sus acreedores privados, como hizo Grecia. Pero nadie puede descartar un empeoramiento de las perspectivas que le sitúen en territorio griego.

Los Gobiernos de la eurozona tienen razones para acordar un segundo rescate sin una reestructuración. El Gobierno portugués está haciendo un buen trabajo. Recortó su déficit un 3,5% en 2011, y el FMI reconoce que su objetivo del 4% está al alcance. Otros Gobiernos, como España, siguen luchando. Portugal tiene un déficit menor que el español, y una deuda gubernamental sobre el PIB inferior a la italiana.

Sin embargo, las finanzas del país se encuentran en una situación frágil. El aumento de las pérdidas bancarias y los pasivos contingentes de las empresas estatales podrían ampliar la deuda pública. La austeridad puede ser contraproducente en un contexto de grave desapalancamiento del sector privado. Por último, el pueblo portugués puede rechazar la aparentemente interminable austeridad, sobre todo si las reformas aplicadas por el Gobierno necesitan demasiado tiempo para generar resultados económicos positivos. Si hay que reestructurar, sería lógico hacerlo rápido. Portugal tiene unos 107 millones de deuda que podrían ser recortados, lo que equivale a cerca del 63% de la previsión del PIB de 2013. Esto se reduce al 49% si la estimación del BCE de 23.000 millones de euros en bonos soberanos son excluidos. Otros 33.000 millones de euros en bonos vencen entre 2013 y 2015, reduciendo la deuda recortable. Cuanto más espere Portugal, menos beneficio tendrá de una reestructuración, o más brutal tendrá que ser.

Por Neil Unmack

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